Donald Trump y Xi Jinping podrían hablar esta semana. No por cortesía diplomática, sino porque el reloj corre: quedan menos de 90 días para que expire la tregua arancelaria del 2 de abril.
Mientras EEUU duplica sus tarifas al acero chino (50%), los efectos ya se sienten: fábricas paralizadas, entregas demoradas y la OCDE recortando su pronóstico global. ¿Se acerca la recesión? No lo dicen así, pero todo apunta a que el nuevo pulso comercial tiene consecuencias reales.
La movida de Trump no es solo con Pekín. También le envió una carta a sus socios pidiendo sus mejores ofertas comerciales antes del miércoles. ¿Presión coordinada o chantaje comercial? En Bruselas aún no reciben la carta.
Al mismo tiempo, se baraja la posibilidad de una llamada trilateral entre Trump, Xi y el canciller alemán Friedrich Merz, que justo el jueves se verá con el presidente republicano en Washington.
El trasfondo económico no ayuda. La actividad manufacturera en EEUU cayó por tercer mes consecutivo, y China registró su primera contracción fabril en ocho meses.
Las tasas largas cayeron y el dólar recuperó terreno gracias a la baja inflación europea, que podría empujar nuevos recortes del BCE. Pero entre aranceles, fábricas en pausa y mercados nerviosos, la gran pregunta es si una llamada telefónica bastará para evitar que el nuevo conflicto comercial termine de explotar
