Primero que nada: ni siendo senador te salvas. Alex Padilla, demócrata por California, terminó con la cara en el piso y esposado, por el simple hecho de querer hacerle una pregunta a la secretaria del DHS, Kristi Noem, en una conferencia sobre inmigración en Los Ángeles. ¿La razón oficial? “No se identificó”. Spoiler: sí se identificó. Varias veces. Y en voz alta.
URGENT BREAKING: Democrat US Senator Alex Padilla was just thrown to the ground and arrested for trying to speak at a DHS Press Conference by Secretary Kristi Noem.
— Brian Krassenstein (@krassenstein) June 12, 2025
This is Trump’s America. This is so incredibly pathetic.
I am so sad for the state of this country. pic.twitter.com/yI9fKdoYoW
Pero aquí lo que importa no es solo que tumbaron a un senador. Es quién lo tumbó y lo que eso dice del momento político. El gobierno federal ha mostrado un músculo no solo contra migrantes o gobernadores que se le oponen. Ahora, también contra senadores. El mensaje es claro: el que se cruza en el camino, lo sacamos (como sea).
¿Un episodio aislado? No, también pasó con el alcalde de Newark quien intentó supervisar un nuevo centro de ICE en Nueva Jersey y con el gobernador de California que fue amenazado con un arresto en medio de las protestas migratorias en LA. Todo esto mientras siguen aumentando los arrestos o investigaciones contra alcaldes, congresistas y líderes locales que interfieran en operativos migratorios.
Lo que queda claro es que la Casa Blanca no solo quiere controlar la frontera, también quiere controlar la narrativa. Y quienes cuestionan esa narrativa —aunque sean senadores— corren el riesgo de acabar como Padilla. Lo que está en juego ya no es solo la política migratoria, sino hasta dónde puede llegar el poder cuando nadie le pone freno.