El temor era un despliegue al estilo norcoreano, pero terminó siendo más picnic bajo la lluvia que demostración de fuerza.
Aun así, el desfile militar por los 250 años del Ejército de EEUU coincidió —casualmente— con el cumpleaños de Trump, y entre banderas, tanques y Lee Greenwood cantando “God Bless the USA”, quedó claro que el evento fue más kitsch que intimidante.
Lockheed, Coinbase y “screamin’ freedom”. El desfile tuvo patrocinadores corporativos anunciados por altoparlante, refrigerios gratis de una marca de bebidas ligada a Dana White y público dividido entre veteranos emocionados y críticos que lo vieron como un homenaje al ego de Trump más que al Ejército. Para unos fue una conmemoración histórica; para otros, una peligrosa mezcla de poder militar y culto a la personalidad.
Pero la semana no fue inocente. El evento cerró una semana en la que Trump ordenó el despliegue de tropas en Los Ángeles frente a protestas menores y dio un discurso partidista a soldados en Fort Bragg. Si el desfile fue “inofensivo”, fue solo en comparación con los días previos, marcados por un uso del Ejército que incomodó incluso a figuras militares.