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Nadie está a salvo, ni en el campo ni en la cama

Foto: EFE

La breve ilusión de que los trabajadores inmigrantes estarían protegidos en ciertos sectores económicos se esfumó en cuestión de días. Homeland Security revirtió una directriz interna que suspendía redadas en granjas, hoteles y restaurantes. La excepción duró menos que una cosecha: el lunes, ICE recibió la orden de seguir con los operativos en todos los frentes, pese a la presión de empresarios agrícolas y del sector turístico que advirtieron a la Casa Blanca que, sin trabajadores indocumentados, no hay quién mantenga los engranajes básicos de la economía.

Trump prometió cambios, pero redobló la apuesta. El jueves, Trump dijo que venían “cambios” para proteger a los agricultores. El domingo, ordenó el mayor programa de deportaciones masivas en la historia del país. En solo tres días pasó de la compasión estratégica a la ofensiva total, al estilo Miller: sin excepciones. La cifra que persigue su administración es clara —3,000 arrestos diarios—, y las industrias más afectadas, como empacadoras de carne, campos de cultivo o manufactureras, volverán a ser los primeros blancos. La directiva interna lo decía sin rodeos: excluir estos lugares elimina “una cantidad significativa de posibles objetivos.”

El sector privado, ignorado. A pesar de la fuerte presión del lobby empresarial y agrícola, la política migratoria volvió a privilegiar la narrativa de “orden” y “seguridad” sobre la viabilidad económica. Incluso figuras dentro del gabinete como la secretaria de Agricultura, Brooke Rollins, intentaron mediar, alertando sobre la pérdida de mano de obra esencial. Pero fue Stephen Miller quien impuso su visión: ninguna industria puede tener trato especial, aunque dependa en gran parte de inmigrantes sin papeles.

Más que una política, una señal. La decisión no solo refuerza el aparato de detención y deportación: también envía un mensaje simbólico. No hay espacio neutral. Ya no importa si trabajas el campo o sirves mesas en un hotel: el Estado puede irrumpir en tu lugar de trabajo. Lo que parecía una pausa momentánea para escuchar a los empresarios fue solo eso: una pausa. El objetivo, como dejó claro Trump, no es ajustar políticas: es demostrar fuerza.

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