Parece que incluso el fundador del America First puede fallar su propio examen. Trump, que construyó su imagen prometiendo muros, redadas y cero tolerancia, insinuó hace unos días que tal vez —solo tal vez— algunos inmigrantes indocumentados que trabajan en el campo o en hoteles podrían quedarse. ¿La reacción de su base? Una mezcla entre no entendemos nada, traición y memes de “Et tu, Donald?”.
Y es que los puristas MAGA no perdonan. Para ellos, cualquier suavidad —por mínima que sea— se parece peligrosamente a lo que hace el otro partido. En redes, figuras como Bannon y Charlie Kirk gritaron (en mayúsculas) que eso no es lo que firmaron. Presionar funcionó: seis días después, ICE volvió a activar las redadas. Hoteles, restaurantes, campos de cultivo, todos de nuevo en la lista de las redadas. Fin del experimento.
¿Otro punto de inflexión que rompió la línea que une a la base MAGA y al presidente? Irán. Mientras algunos gritan no más guerras, otros claman que bombardear Teherán es lo más patriota que se puede hacer. Trump, en modo árbitro y protagonista, dijo: “el ‘America First’ soy yo, gracias”. Así que si decide atacar o no, será, por definición, lo correcto. Porque Trump es la doctrina, no su prisionero.
Pero ahí está el dilema: ¿puede un movimiento hecho para romper las reglas tener reglas tan estrictas? MAGA fue una revolución contra la ortodoxia que hoy exige obediencia total. Y si hasta Trump tiene que corregirse a sí mismo para no romper su reflejo en el espejo, ¿quién manda realmente: el hombre o el mantra?