Mientras EEUU y Europa endurecen sus políticas comerciales para frenar la avalancha de carros eléctricos chinos, Brasil se está convirtiendo en el nuevo patio trasero de Beijing.
En menos de seis meses, el gigante BYD ha desembarcado cuatro barcos con más de 22,000 vehículos en puertos brasileños, aprovechando un vacío arancelario temporal que, según sindicatos e industriales locales, amenaza con desplazar empleos y desmontar la producción nacional. “Mientras el mundo cierra las puertas, Brasil las dejó abiertas”, dijo Aroaldo da Silva, líder sindical de IndustriALL Brasil.
La maniobra de BYD no es aislada: responde a una sobreproducción masiva de vehículos eléctricos en China, que ha hecho del mercado externo su válvula de escape. Con Europa presionando para imponer aranceles, y EEUU lanzando sanciones a diestra y siniestra, América Latina aparece como terreno fértil.
Brasil, con su mercado automotriz en el top 10 global y su incipiente transición verde, se convierte así en laboratorio geopolítico y económico de la nueva globalización asiática.
Pero lo que parece una oportunidad verde también puede leerse como una reconquista industrial: carros más baratos, sí, pero sin ensamblaje local ni empleos brasileños detrás. Mientras tanto, los empresarios presionan para subir los aranceles del 10% al 35% cuanto antes.
El dilema es claro: ¿una transición energética importada o una estrategia industrial soberana?