Cuando Trump recibió a la Juventus (un equipo de fútbol para los que no son conocedores) en la Casa Blanca, muchos esperaban un apretón de manos, unas fotos y quizás alguna mención sobre el Mundial de Clubes, un torneo de fútbol que se juega –en este momento– en Estados Unidos.
Juventus player Tim Weah on being at the White House:
— Leyla Hamed (@leylahamed) June 19, 2025
"They told us that we have to go and I had no choice but to do it”
“When he [Trump] started talking about the politics with Iran and everything, it was kind of like, I just want to play football man.” pic.twitter.com/hi44GnayCj
En lugar de eso, los jugadores fueron testigos de una cátedra improvisada sobre Irán, armas nucleares, y mujeres trans en el deporte. Entre una sonrisa incómoda y un no comments diplomático, quedó claro que no sabían si estaban en un evento deportivo o en un episodio de Fox & Friends.
La pregunta “¿Podría una mujer estar en su equipo?” lanzada a la plantilla masculina de la Juventus, más que una reflexión, fue un performance. Una forma de normalizar un discurso que ya no se disfraza ni de pregunta. Lo irónico es que justo ese mismo día, la Corte Suprema firmaba una decisión polémica y que marca la línea de la administración con relación a los derechos transexuales: negar el acceso a cuidados médicos esenciales a menores trans. Todo en nombre de la igualdad, entendida como “todos están igual de limitados, así que nadie está discriminado”. Qué conveniente.
Y ahí estaban, los jugadores sin entender nada. La escena parecía una parodia de lo que pasa cuando el poder político quiere vestirse de deporte para parecer menos peligroso, pero igual termina hablando de bombas nucleares y personas trans. Porque claro, si algo une al fútbol italiano con la política estadounidense, debe ser Irán.
Trump asks the Juventus players standing behind him if women could make their team and tries to bait them into endorsing his transphobia pic.twitter.com/cJymDAmcSd
— Aaron Rupar (@atrupar) June 18, 2025
Así, mientras Trump se muestra amigable con el deporte, el sistema judicial se alinea en la misma cancha: esa donde la identidad de los demás se convierte en campo de batalla ideológica. Lo que se dice en voz alta: que hay que proteger a los niños. Lo que no se dice: que algunos niños—los trans—no merecen esa protección. No del Estado, no del sistema, no de la ley.