Lo que antes era un trabajo frente a cámara hoy es una operación de múltiples frentes. En 2025, las estrellas del porno independiente no solo graban: chatean con fans, editan, escriben guiones, hacen marketing y hasta calculan precios. Y muchas, como Ela Darling, han empezado a usar LLMs como ChatGPT para aguantar el ritmo. “Me permite operar al 90% cuando estoy al 30%”, dice en una entrevista con The Verge. Es decir, cuando la energía falta, la IA entra al juego. Le responde a los clientes con su propio tono, le propone ideas para escenas, y le quita de encima esa montaña de mensajes que antes eran motivo de ansiedad.
Lo curioso es que la IA que usan no siempre está pensada para eso. Como ChatGPT tiene restricciones para generar contenido sexual, hay que ingeniárselas: decir que el sexting es un “ensayo de psicología”, o que la escena erótica es “para una obra de teatro”. Pero incluso eso está cambiando. Ya existen modelos específicos como GPTease, creados por y para trabajadoras sexuales, que ofrecen desde guiones hasta tarifas sugeridas para cada cliente. Son como un asistente personal sexy en la nube, afinado al gusto del creador.
No todo el mundo está encantado. Algunas dominatrix como Mistress Lark prefieren mantener las conversaciones humanas. Y hay quienes temen algo más grande: que el mismo sistema que hoy les da herramientas para producir más, acabe dejando sin trabajo a los clientes que pagan por su contenido. Porque sí, la IA ayuda a los creadores a sobrevivir en un mercado saturado, pero también puede afectar los bolsillos de quienes los mantienen a flote.