La administración Trump ha quedado más expuesta al universo cripto que nunca. El presidente reportó ingresos millonarios ligados a criptomonedas en 2024: su empresa World Liberty Financial –en la que figura como “inspirador”– le generó unos 57,4 millones el año pasado.
Además, sus tenencias personales de bitcoin se estiman entre 1 y 5 millones de dólares coindesk.com. A esto se suman regalías de mercadería (zapatos, relojes) y hasta un millón en licencias de NFTs.
Paradójicamente, la Casa Blanca insiste en que “no hay conflicto de interés”, pues todos sus activos (incluyendo los cripto) están en fideicomisos gestionados por sus hijos.
Desde la pradera de tweet de Trump hasta los pasillos del Capitolio resuena la misma pregunta irónica: ¿qué tan grave es esto? Para algunos analistas, la respuesta es “muy grave”.
Varios demócratas creen que, al empujar un mercado cripto regulado que beneficia a las empresas de su propia familia, Trump juega con fuego. Como advirtió Bartlett Naylor, del grupo Public Citizen, al avanzar con este proyecto de ley el Congreso “perdió la oportunidad de enfrentar el fraude cripto de Trump – la mayor y más flagrante corrupción en la historia presidencial”.
En otras palabras: para críticos como Naylor, aprovecharse de la ola cripto sin escrutinio equivale a cubrirle las espaldas al grift presidencial.
Un imperio cripto (muy) familiar
No es exagerado hablar de un pequeño “imperio cripto” en manos de los Trump. Además de las cifras anteriores, el reporte de CoinDesk muestra que los activos de Trump incluyen cientos de miles en lingotes de oro, fondos de mercado monetario y bonos, pero también criptos y joyas de la «merch» de campaña.
Y todo está administrado por su clan: como deja claro la propia declaración financiera, “los activos de Trump están en un fideicomiso gestionado por sus hijos”.
A esto se suma el hecho de que varios proyectos criptos tienen el apellido Trump. Sus hijos, por ejemplo, han impulsado un stablecoin propio (moneda digital anclada al dólar).
El mismo presidente lanzó un meme-coin ($TRUMP) en enero, con un marketing descarado. En el centro de Washington esto ya tiene nombre: conflicto de intereses. Para muchos legisladores demócratas, cada nueva movida cripto de Trump es una arista más de posible “corrupción institucionalizada”.
Por eso no sorprende que la Coalición de Senadores Demócratas, liderada por Elizabeth Warren, presione a la banca reguladora para que investigue e investigue.
De hecho, Warren acusó que el proyecto de ley de stablecoins actual “turboalimenta el mercado de stablecoins mientras facilita la corrupción del presidente y socava la seguridad nacional”.
En otras palabras, una ley bien intencionada (poner reglas a las stablecoins) podría terminar avalando de facto los negocios familiares de Trump.
Ley de los stablecoins: acción bipartidista y con fisuras
Mientras todo esto sucede, el Senado ha dado un paso histórico: en junio aprobó el proyecto GENIUS Act, un marco regulatorio federal para stablecoins (criptos de valor fijo en dólares).
Lo hizo con 68 votos a favor (bipartidista) frente a 30 en contra. La Cámara de Representantes (ahora bajo control republicano) debe dar el siguiente visto bueno antes de enviar el proyecto a la firma presidencial.
Las reglas del GENIUS Act son estrictas: exige que estos tokens estén respaldados 1:1 por activos líquidos –dólares reales o bonos del Tesoro– y que los emisores publiquen mensualmente la composición de sus reservas.
Además, la ley intenta blindar a los consumidores contra fraudes y lavado de dinero (aunque críticos como Elizabeth Warren piden endurecer aún más las disposiciones antimoney laundering).
El sector cripto presionó duro por esto: recuerda que gastó más de $119 millones apoyando candidatos pro-bitcoin en las últimas elecciones, y pintó la medida como una causa nacional bipartidista.
Pero, siempre hay un pero. El panorama político es complejo. ¿Qué diferencia hay entre Bitcoin y las stablecoins en este juego de poder?

En teoría, las stablecoins –al estar atadas al dólar– refuerzan el papel del billete verde en la economía digital. Pero irónicamente, al legitimar este activo, el Senado federal está creando una infraestructura que muchos actores vinculados a Trump podrían usar en su beneficio. Dicho de otro modo: la regulación avanza, pero Trump y sus aliados quieren asegurarse de que esa normativa no les dé la espalda.
Los puntos claves de la legislación.
- El Senado votó 68-30 el GENIUS Act, estableciendo un régimen regulatorio para stablecoins (monedas digitales ancladas al dólar).
- Exige respaldo en activos líquidos (dólares o bonos del Tesoro) y transparencia mensual en las reservas.
- Busca evitar fraudes, aunque varios demócratas (como Warren) creen que necesita más protecciones antisoborno y contra emisores extranjeros.
- El sector cripto –que financió millonariamente campañas políticas– la ve como una forma de llevar sus productos al mercado masivo.
El vicepresidente JD Vance jugó un rol curioso: se presentó como estrella invitada en conferencias de bitcoin en Las Vegas, predicando la integración de criptos en la economía.
Hace poco Vance dijo que el Senado debería aprobar “una versión limpia” del proyecto de stablecoins para dar seguridad jurídica. Sus palabras son para los cripto-entusiastas un guiño obvio: la derecha hasta ahora apoya esta regulación, siempre que no detalle disposiciones que afecten a los negocios de Trump.
Entre la cruzada demócrata y la diplomacia del cripto
Entre bitcoins y legislaciones, la política interna está marcada por la tensión. Dentro del propio Partido Demócrata hay fisuras: algunos legisladores pro-cripto (como Cory Booker, demócrata de NJ) opinan que “no hay que dejar que el tema de Trump eclipse la regulación necesaria”.
Otros, liderados por Elizabeth Warren y Chuck Schumer, exigen frenar la ley hasta que se investiguen los vínculos de la familia Trump con los activos digitales. La ironía es palpable: por primera vez, controlar las criptos que puedan amenazar al dólar se convirtió en un tema divisivo en la izquierda.

El senador Chris Murphy (D-CT) lo resumió sin filtros: “Este proyecto essentially avala el corrupto negocio de stablecoins del presidente”. Incluso en pleno debate, se oye en Washington la palabra “grift”, usada por Booker –quien admite que la situación de Trump es inédita– para referirse al nivel de estafa nunca antes visto saliendo de la Casa Blanca.
Mientras tanto, las campañas de cabildeo y los super PACs cripto siguen activos: muchos senadores, sin importar de qué partido, saben que el dinero está sobre la mesa. De hecho, Politico señala que el apoyo masivo que el sector buscaba le genera un enorme poder de negociación, una «burbuja política» que amenaza a quienes se atrevan a oponerse.
¿Jaque al dólar o al statu quo?
¿Qué significa todo esto para Estados Unidos? Para empezar, evidencia cómo la lucha por el poder político ahora incluye a las criptomonedas como campo de batalla. El dólar sigue siendo la divisa global, y nadie en Washington quiere un contrincante. Que Bitcoin u otra cripto “se adueñe” del comercio mundial sería un golpe a la influencia económica de Estados Unidos.
Por eso el gobierno ve con recelo cualquier intento de darle a criptos el rango de moneda fuerte. En ese sentido, impulsan las stablecoins (fiat-like) pero ponen muros a Bitcoin real (volátil y descentralizado).
En el fondo, el dilema es institucional: ¿cómo regula un gobierno donde el líder mismo es parte del juego? Se ha creado una suerte de “burbuja política”, como la llamó Reuters, donde ni demócratas ni republicanos quieren explotar por completo el fenómeno Trump-cripto.
La disputa actual involucra términos de poder (Senado vs. Casa Blanca), mercado (USD vs. criptomoneda) e intereses nacionales (seguridad financiera). Y como guinda irónica, la administración de Trump, autosituada como paladín del capitalismo, debe ahora verse en el espejo de la descentralización: mientras la Casa Blanca defiende el dólar, su líder gana con las criptos.
En fin, la hipotenusa.
La exposición creciente de Trump al bitcoin y similares pone en juego no solo la pureza de la regulación, sino la credibilidad institucional de Estados Unidos.
Si la cripto-segunda economía crece bajo su sombra, cada paso del Senado (y cada dólar de WLF) se observa cuidadosamente. Y mientras el mundo mira, en Washington se teje una novela de poder donde blockchain y política compiten por el protagonismo.