Parece que la paciencia con Rusia está sobrepasando los límites en Washington. Trump busca de todas las maneras –amenazas, gritos y alianzas– que Moscú baje la guardia y acepte el acuerdo de ceasefire, pero nada parece suavizar a Vladimir Putin. La estrategia de la Casa Blanca siempre fue la diplomacia: llamadas y confianza en la buena voluntad del Kremlin. Pero, anda de eso funcionó. El resultado fue más bombas, más ataques y menos respuesta.
¿50 días de deadline? A Putin le parece ilógico. El presidente ruso dijo que la idea de un poner un plazo para aceptar el alto al fuego es absurdo. Las amenazas en Moscú pasan por la puerta.
- El giro militar que marca el cambio de tono. Trump anunció que Estados Unidos volverá a canalizar apoyo militar a Ucrania, pero de forma indirecta: venderá sistemas a países de la OTAN para que estos los transfieran a Kiev. Así busca mantener la ayuda sin parecer que sigue la línea de Biden. Las entregas incluirían sistemas antiaéreos y defensa avanzada, tras meses en los que Ucrania reportó escasez crítica de recursos para seguir haciéndole frente a Moscú.
- Más presión internacional desde Europa. La medida llega después de una cumbre clave en la OTAN, donde los países aliados se comprometieron a subir su gasto en defensa al 5% del PIB. Además, se emitió un mensaje claro: Rusia es una amenaza directa y se le pide un retiro inmediato de Ucrania. Todo esto acompañado de una promesa conjunta de apoyo económico para que Ucrania pueda sostenerse a largo plazo.
- Sanciones económicas que buscan golpear más allá del Kremlin. La Casa Blanca también lanzó una advertencia: si Rusia sigue con la ofensiva, habrá aranceles del 100% para países que sigan comprándole energía, como India y China. Esto viene junto a un proyecto de ley respaldado por más de 80 senadores, que prepara un nuevo paquete de sanciones duras.
Breakup forzado. El objetivo de la ofensiva parece ser claro: aislar a Moscú no solo con misiles, sino también con el bolsillo.
Estados Unidos dejó las buenas intenciones sobre la mesa y sacó las cartas más pesadas: presión militar, sanciones y aliados alineados. Moscú, como era de esperarse, nada lo pone nervioso. Aun con advertencias y deadlines, Putin no afloja. Por ahora, el acuerdo de paz sigue siendo más una idea que una realidad.