Las deportaciones fueron un tema de narrativa y matices: quién, cómo, cuándo y por qué. Hoy, el mensaje es bastante más directo. ICE no solo irá tras quienes tienen antecedentes penales, sino que también detendrá a cualquier persona que se encuentre sin papeles en Estados Unidos, sin importar si su “delito” fue buscar trabajo o quedarse más tiempo del permitido.
La realidad operativa ya está cambiando: aumentaron las detenciones colaterales, volvieron las redadas laborales a gran escala y se reactivó el enfoque de todos son prioridad. Todo esto respaldado por una fuerte inyección presupuestaria y una ambición declarada: un millón de deportaciones al año. Lo que antes era matizado, ahora se ejecuta con intensidad.
ICE asegura que su enfoque también incluye a las empresas que contratan inmigrantes indocumentados, lo cual suena bien, al menos en teoría. Pero, ¿cuántas veces se ha prometido eso sin que el foco siga siendo el eslabón más débil? Mientras tanto, granjas, restaurantes y hoteles siguen operando con mano de obra que todos saben que está ahí, hasta que conviene recordarlo.
Lo que no se dice tan fuerte es cómo estos operativos afectan comunidades enteras, o cómo algunos de los delitos más comunes por los que se deporta son infracciones migratorias y de tránsito. El discurso es duro, pero los matices persisten, aunque ya no entren en el libreto oficial. Deportar más no siempre significa deportar mejor.