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Israel ya no une. Divide

Foto: EFE

Primero fue el caso Epstein. Ahora es el caso Gaza. No todos están contentos dentro de MAGA.

Mientras Gaza atraviesa una de sus peores crisis humanitarias, parte del movimiento MAGA empieza a cuestionar el apoyo incondicional a Israel. Figuras como Marjorie Taylor Greene, Steve Bannon y Matt Gaetz han alzado la voz, llamando incluso “genocidio” a lo que ocurre en el enclave. Pero en la Casa Blanca —y en gran parte del Capitolio— el tono sigue siendo de respaldo medido. Trump, como siempre, dice que entiende el sufrimiento, pero no quiere “recompensar a Hamás”.

La tensión interna dentro del movimiento conservador refleja algo más profundo: una fractura generacional e ideológica. Los sectores más leales a Trump —los MAGA que dominan las redes— han empezado a desafiar una política exterior que antes era intocable. Mientras tanto, las figuras más tradicionales del Partido Republicano insisten en mantener el apoyo a Israel como una cuestión estratégica y moral, aunque ya no todos en su base estén convencidos.

Las encuestas también muestran que no todo es color rosa con Israel ni con cómo el primer ministro Benjamín Netanyahu ha manejado el conflicto con Hamás: solo el 32 % de los estadounidenses respalda la ofensiva militar israelí en Gaza, según una última encuesta de Gallup. Entre los demócratas, el apoyo es de apenas un 8 %. Y entre jóvenes de cualquier partido, de un simbólico 9%. Sí, menos de uno de cada diez apoya la ofensiva de Israel contra Gaza. 

El presidente no ha cambiado de postura, aunque sí ha matizado su mensaje (ya dijo que aprobará un plan de ayuda en Gaza). La pregunta es si esta nueva división dentro del lado conservador será un simple ruido de fondo o el comienzo de un cambio más profundo en la relación entre Estados Unidos e Israel.

Y mientras sigue esta postura –un tanto tibia– la ONU lo dice claro: medio millón de personas en Gaza están en condiciones de hambruna y que el 39 % de la población no come durante días seguidos. Israel lo niega. Estados Unidos lo matiza. Pero la opinión pública lo está viendo en tiempo real. Y la narrativa que antes parecía incuestionable ya no tiene tanto blindaje.

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