El presidente Trump despidió el fin de semana a Erika McEntarfer, comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS), tras un informe que corrigió a la baja las cifras de empleo de mayo y junio en más de 250,000 puestos. La Casa Blanca dice que fue una decisión necesaria: que las revisiones fueron “extremas” y que Trump simplemente quiere “una nueva mirada” en el cargo. Pero el despido, sin evidencia de manipulación y con acusaciones públicas de que los datos fueron falsificados, puso a economistas, exfuncionarios y ejecutivos en alerta.
“No hay manera de que una comisionada manipule los datos sola”, dijo un exjefe de la misma oficina. El cargo, que solía ser técnico y estable, ahora es parte de la guerra política por el relato económico.
"That tells you a lot about their insecurity about the economy and the state of economic affairs in America”, Alex Padilla, senador demócrata
La reacción ha sido inmediata: exsecretarios del Tesoro, directores de estadística y hasta el CEO de Bank of America han advertido que despedir a quien encabeza la producción de datos oficiales puede erosionar la confianza en toda la información del gobierno.
Las cifras de empleo, inflación y crecimiento económico (las que usan los mercados, el Congreso y los ciudadanos) dependen en gran parte de esta oficina. Y aunque las revisiones a los datos son comunes, lo inusual fue el tamaño del ajuste y la reacción presidencial. Lo que está en juego no es una cifra puntual, sino la credibilidad de todo un sistema. Porque si los datos pueden ser descalificados por no coincidir con el discurso, ¿qué sigue?
EN EL FONDO, ESTO NO ES SOLO UNA PELEA POR NÚMEROS
Es una muestra de cómo el poder puede moverse del análisis técnico a la narrativa política, incluso en terrenos que antes parecían sagrados. La Casa Blanca busca imponer lealtad en agencias que antes se guiaban por metodología y procedimientos.
Si el BLS (que emplea a cientos de especialistas y procesa millones de datos mensuales) se convierte en blanco fácil, el riesgo no es solo para su reputación, sino para la estabilidad misma de las decisiones que dependen de sus informes. El despido de McEntarfer no es un número más: es un mensaje.