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La fábrica de superbabies del establishment

¿La nueva aristocracia biológica? En Silicon Valley no solo invierten en tecnología, ahora también lo hacen en los genes. La obsesión de la élite tech por crear “superbebés” ha transformado la fertilidad en una nueva herramienta de poder.

Foto: EFE

La política del futuro ya no se debate (tanto) en el Congreso, sino en los laboratorios de fertilidad de Silicon Valley. Mientras en el mundo se discuten temas sobre impuestos y derechos, un selecto grupo de multimillonarios está comprando un tipo de poder mucho más fundamental: el de elegir el destino biológico de su descendencia. 

Esto no es solo sobre salud, es una apuesta audaz por el futuro de la especie, donde el dinero y la tecnología se unen para crear una nueva aristocracia, una que podría tener una ventaja genética desde el día cero. ¿Lo más irónico? Esos mismos que en un momento defendieron la libre competencia ahora buscan una competencia en la que sus hijos ya nacen con una ventaja predeterminada.

La obsesión por los super-babies. Dentro de Silicon Valley hay un push muy fuerte por criar superbebés. Los servicios de predicción genética para embriones, utilizados por Elon Musk y otros multimillonarios, han aumentado y los protagonistas son los biohackers obsesionados con los datos, quienes pueden permitirse pagar un dinerito extra para dar a sus hijos una ventaja genética.

¿Qué están haciendo estas empresas y cuánto cuesta? 

Compañías como Orchid Health están redefiniendo lo que significa ser padre. No se trata solo de la fertilización in vitro (IVF), con un costo por ciclo que puede oscilar entre los $14,000 y $20,000, sin incluir medicamentos. A este precio se suma el de la predicción genética. Por $2,500 por embrión, estas compañías realizan una secuenciación completa del genoma para detectar miles de enfermedades, desde las más comunes hasta las más raras. 

El servicio va más allá, utilizando complejos algoritmos para crear "puntajes de riesgo poligénico" que, en teoría, miden la propensión de un futuro niño a desarrollar condiciones como el Alzheimer, el cáncer o incluso a tener una inteligencia superior. En esencia, están convirtiendo la selección natural en una selección de élite.

La intersección de la política y la eugenesia. Aunque históricamente la eugenesia ha estado ligada a regímenes totalitarios, hay un nuevo giro en Estados Unidos: los pronatalistas, con figuras como Peter Thiel y Elon Musk que impulsan una narrativa bajo la promesa de “salud y progreso”. Este movimiento promueve la idea de que los países industrializados deben tener más hijos para contrarrestar el declive de la natalidad, pero se combina con la tecnología para permitir a las élites seleccionar embriones con los genes más deseados. 

Su influencia transforma la fertilidad en una herramienta política, una forma de asegurar no solo su legado familiar, sino la dirección futura de la sociedad.

Thiel, que ha financiado varias startups de fertilidad, y Elon Musk, que abiertamente promueve el pronatalismo y ha buscad genes de inteligencia superior para sus propios hijos, está en el centro de este fenómeno. Para ellos, el declive de la natalidad es una catástrofe que debe ser combatida, no solo con más nacimientos, sino con los "mejores" nacimientos.

El vacío regulatorio y los nuevos dilemas de poder

La razón por la que esto nos debe importar es simple: hay una falta casi total de regulación. No existen criterios éticos o legales establecidos sobre qué rasgos se pueden seleccionar, o qué tan confiables son los puntajes genéticos que estas empresas ofrecen. Esto da a estas compañías, y a los multimillonarios que las respaldan, un poder inmenso para moldear a la próxima generación sin ningún tipo de supervisión. 

El riesgo de una eugenesia liberal y la búsqueda del súper-bebé. Aunque las compañías niegan rotundamente cualquier vínculo con la eugenesia, algunos de sus allegados y bioeticistas que colaboran con ellas promueven abiertamente el concepto de eugenesia liberal. Esta idea plantea que, si bien el Estado no debe forzar la selección genética, los padres tienen el derecho de usar estas herramientas para "mejorar" las perspectivas de sus hijos. 

Pero… ya lo dice la ciencia (y lo advierte también): los puntajes de predicción para rasgos complejos como la inteligencia son aún muy limitados y solo explican un pequeño porcentaje de la variación. La obsesión por el "súper-bebé" no solo es una búsqueda de poder, sino que es una apuesta arriesgada y prematura que podría tener consecuencias imprevistas en la diversidad y la salud.

El servicio va más allá, utilizando algoritmos para crear "puntajes de riesgo poligénico" que, en teoría, miden la propensión de un futuro niño a desarrollar condiciones como el Alzheimer, el cáncer o incluso a tener una inteligencia superior. 

¿Por qué este fenómeno nos debe importar? 

Una falta casi total de regulación: los nuevos dilemas del poder. No existen criterios éticos o legales establecidos sobre qué rasgos se pueden seleccionar, o qué tan confiables son los puntajes genéticos que estas empresas ofrecen. La ciencia advierte que los puntajes de predicción para rasgos complejos como la inteligencia son aún muy limitados y solo explican un pequeño porcentaje de la variación.

El control sobre la biología humana es la nueva obsesión. Y puede dar mucho, pero mucho poder a los que ya tienen poder.

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