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Cannabis y conservadores no bailan juntos

Photo by Rick Proctor / Unsplash

El debate sobre la marihuana –a estas alturas– no debería sorprender a nadie. Décadas de discusiones, avances en la legalización estatal y estudios médicos han sacado el tema del tabú, pero no en el MAGAverso, donde sigue siendo casi un símbolo cultural. Para algunos de sus líderes, la sola idea de que Trump reconsidere la clasificación federal del cannabis es una amenaza a los cimientos de la civilización occidental.

¿Y qué quiere hacer la Casa Blanca? Sencillo: pasar la marihuana de la Lista I —junto a heroína y LSD— a la Lista III. Esto permitiría más investigación y reduciría obstáculos para la industria legal. No sería legalizarla a nivel federal, pero sí abriría la puerta a un cambio en el mercado y en la política de drogas. Aun así, para ciertos referentes MAGA, esto equivale a un boleto directo hacia una sociedad decadente.

En pocas palabras: el cannabis no se alinea con la base conservadora, no van de la mano, no tienen nada en común. 

La resistencia no es solo sobre salud pública. Hay un componente cultural, casi estético: MAGA defiende una idea de virtud y masculinidad que asocia disciplina con rechazo al cannabis, y que prefiere sus “placeres” en formatos más tradicionales. La imagen del fumeta choca con la narrativa del trabajador infatigable, aunque esa caricatura no encaje con la realidad estadística.

Lo que no se dice tanto es que, dentro de MAGA, también hay voces que ven potencial médico en la marihuana, especialmente para veteranos con PTSD. Para ese sector, la reprogramación no es rendirse a una cultura stoner, sino una oportunidad para desafiar a Big Pharma y explorar tratamientos alternativos, algo que por cierto, le llama mucho la atención a el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr. 

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