Elon Musk encontró un nuevo blanco: Apple. El motivo oficial es que ni X ni su chatbot Grok aparecen en la sección de “apps imprescindibles” del App Store, pese a figurar en los primeros lugares de descargas. El reclamo vino con acusaciones de “violación antimonopolio” y la insinuación de que Apple favorece a OpenAI.
El detalle incómodo es que, según las reglas de la propia tienda, ambas apps de Musk contienen material que debería expulsarlas: desde deepfakes sexuales de celebridades hasta videos de violencia y discurso de odio. Pese a eso, Apple las mantiene y, este año, incluso volvió a anunciarse en X.
Para Musk, se trata de competencia justa en la carrera por la IA; para el resto, es una mezcla de presión política, amenaza judicial y autopromoción. No es la primera vez que usa el “antitrust” como arma para arrastrar a rivales a los tribunales, y Apple podría ser su próximo caso, aunque con fundamentos débiles.
El contexto importa: Apple sí enfrenta investigaciones reales por prácticas anticompetitivas en su tienda, pero no hay evidencia de un pacto con OpenAI para marginar a Grok. Y si las reglas del App Store se aplicaran con rigor, Musk estaría más cerca de un veto que de un lugar destacado en portada.
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Para Apple, ceder visibilidad a Musk podría parecer menos costoso que un frente legal prolongado, pero eso solo confirma que el ruido funciona. Musk ya logró que la empresa volviera a anunciarse en X, ahora quiere la validación simbólica de estar en la lista “must-have”. No por curaduría editorial ni por méritos técnicos, sino porque en este juego, el poder se mide en la capacidad de incomodar.