Nvidia y AMD acaban de entrar en un juego geopolítico donde el acceso a mercados no se mide solo en innovación, sino en cuánto estás dispuesto a pagar por vender. Con un acuerdo que mezcla negocios y estrategia, ambas compañías aseguran su entrada al mercado chino en un momento en que los chips no son solo tecnología, sino fichas clave en la carrera por la inteligencia artificial y el liderazgo global.
Un pacto bien pensado. Los semiconductores son vistos como un activo crítico para IA, electrónica de consumo y defensa, por lo que Estados Unidos ha mantenido un estricto régimen de control de exportaciones. China, que necesita estos chips para avanzar en inteligencia artificial, se encuentra en una posición incómoda: aceptar el trato y pagar más, o acelerar el desarrollo de alternativas locales.
Nvidia y AMD obtendrán licencias de exportación para vender sus chips H20 y MI308 en China, productos que antes estaban bloqueados por las restricciones de exportación de Estados Unidos. A cambio, ambas empresas pagarán al gobierno estadounidense un 15% de sus ingresos por estas ventas. El trato fue confirmado por la Casa Blanca y, aunque inusual, refleja la estrategia transaccional de Washington: acceso a cambio de cash.
Impacto en Wall Street se sintió, por supuesto. A nivel bursátil, la reacción fue tibia pero positiva. Nvidia subió ligeramente y AMD ganó más del 2%. Analistas destacan que, para los inversores, “85% de algo es mejor que 0% de nada”. Incluso se especula que las empresas podrían ajustar precios para absorber el costo del 15%, evitando ceder terreno a Huawei, un potente rival chino.
También hubo reacciones (y mucha tensión). El pacto no solo agita a Wall Street, también a Pekín. China no comentó oficialmente, pero medios estatales han criticado la estrategia de la Casa Blanca, acusándola de usar la seguridad nacional como pretexto para presionar a sus empresas. Al mismo tiempo, China necesita esos chips para su desarrollo en IA.
¿Qué significa esto para el mundo? Si el modelo “pago por acceso” se extiende, podría cambiar las reglas del comercio tecnológico global, aumentando costos y tensiones entre potencias. Para otros países, este tipo de acuerdos puede convertirse en referencia para regular exportaciones de tecnologías críticas, especialmente en un contexto de creciente fragmentación del mercado de chips.
Más que un acuerdo comercial, esto parece un nuevo capítulo en la guerra tecnológica donde cada parte busca asegurar su ventaja sin perder demasiado. Washington gana un ingreso extra y mantiene el control. Nvidia y AMD recuperan un mercado millonario. China sigue comprando lo que necesita, aunque le pese.