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Despliegue militar en el Mar Caribe, ¿seguridad, mensaje o ambas?

Foto: EFE

Estados Unidos desplegó más de 4.000 marines y tres busques destructores al Mar Caribe y aguas de América Latina en lo que describe como una ofensiva reforzada contra el narcotráfico. La operación incluye destructores, un submarino nuclear y el grupo anfibio USS Iwo Jima, bajo el mando del Comando Sur. Según funcionarios de Defensa, el objetivo es neutralizar a “organizaciones narco-terroristas” que representan una amenaza directa para la seguridad nacional.

Desde la Casa Blanca, la portavoz Karoline Leavitt declaró que el despliegue también busca frenar los vínculos del régimen de Nicolás Maduro con el tráfico de drogas, acusándolo de permitir que carteles y grupos armados operen desde territorio venezolano. Washington señaló en varias ocasiones a altos funcionarios venezolanos por delitos de narcotráfico, y esta narrativa se combina ahora con la presencia militar en el Caribe como parte de la “defensa del hemisferio occidental”.

Más allá de la retórica antidrogas, el movimiento de tropas refuerza la presencia estadounidense en una región donde también se mencionan intereses estratégicos como la seguridad del Canal de Panamá y la vigilancia de actores externos con creciente influencia en América Latina. Para algunos analistas, se trata tanto de enviar un mensaje a los carteles como a rivales globales que buscan espacio en el vecindario de Estados Unidos.

Lo que se dice es que la misión va contra los carteles. Lo que no siempre se dice es que estas operaciones tienen un alcance geopolítico que excede al narcotráfico. El despliegue abre preguntas sobre el verdadero equilibrio entre seguridad, diplomacia y soberanía regional. Y deja la duda de fondo: ¿la amenaza principal navega en lanchas rápidas cargadas de droga, o en los intereses cruzados que flotan sobre el Caribe?

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