Un juez federal decidió que Google no tendrá que vender Chrome, su navegador estrella, pese a las presiones de todo el ruido antimonopolio que inició hace cinco años. Así, la empresa mantiene el control de una de sus piezas más valiosas, aunque deberá abrir la puerta a competidores compartiendo ciertos datos.
La victoria es parcial: Google conserva su joya, pero ya no puede blindarla con contratos exclusivos que vinculen la distribución de Search, Chrome, el Google Assistant o Gemini a otras aplicaciones o acuerdos de ingresos.
COMPETENCIA A MEDIAS
La decisión del juez Amit Mehta reconoce que a Google se le fue la mano con su poder en el mercado de búsquedas, pero el remedio podría haberse quedado corto. La compañía todavía puede pagar a socios para mantener sus productos como predeterminados, lo que deja incierto cuánto oxígeno ganarán los rivales. Y mientras todo eso ocurre, el Departamento de Justicia celebra haber frenado prácticas monopólicas, a pesar de que los críticos señalan que la estructura del mercado seguirá igual de desequilibrada que ayer, anteayer, la semana pasada...
UN FALLO SIN TERREMOTO
Muchos esperaban un sacudón que redibujara el mapa tecnológico, sobre todo en un momento en que la AI está transformando la forma en que buscamos información. Obligar a Google a desprenderse de Chrome habría reconfigurado tanto su negocio de búsquedas, como su apuesta en inteligencia artificial. En cambio, el fallo preserva el statu quo: un golpe simbólico al monopolio, pero no el pulgar abajo que algunos esperaban.