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Un nudo difícil de desatar: cómo la violencia política dejó de ser esporádica para convertirse en un rasgo persistente

La violencia se normaliza en un entorno donde los discursos exacerban diferencias y erosionan la posibilidad de diálogo.

Foto: EFE

¿Puede Estados Unidos romper el nudo de la violencia política? El país parece estar atrapado en un ciclo de violencia política que no da señales de detenerse. Los ataques recientes —desde asesinatos de legisladores hasta atentados contra figuras públicas— muestran que la confrontación ha dejado de ser ocasional para convertirse en un fenómeno estructural.

El homicidio de Charlie Kirk no es un hecho aislado, sino un reflejo de cómo la polarización extrema puede traducirse en agresiones mortales. Utah, es ahora el epicentro de la división política de la que tanto advirtió su gobernador, Spencer Cox, un republicano que se convirtió en el rostro de la despolarización y la construcción de lo que él mismo ha llamado “puentes” para el diálogo en una nación rota.

UN PATRÓN QUE SE REPITE

La violencia se normaliza en un entorno donde los discursos exacerban diferencias y erosionan la posibilidad de diálogo. Y en medio de este escenario, ¿cómo se desenreda un nudo tan enredado sin abordar las raíces del odio y la radicalización?

  • El homicidio de Charlie Kirk no es un hecho aislado, sino parte de una serie de ataques que han golpeado a figuras políticas y diplomáticas en los últimos meses. En junio, la representante estatal Melissa Hortman, demócrata de Minnesota, y su esposo fueron asesinados por un hombre que se hizo pasar por policía. En el mismo ataque resultaron heridos el senador estatal John Hoffman y su esposa. Un mes antes, dos empleados de la embajada israelí murieron tras un ataque en Washington, y en abril, la residencia del gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, fue incendiada con su familia dentro.
  • La lista de violencia política sigue. En 2022, Paul Pelosi, esposo de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, fue brutalmente golpeado con un martillo en su casa de San Francisco. En 2021, la irrupción de simpatizantes de Donald Trump en el Capitolio dejó cientos de policías heridos y marcó un punto crítico en la historia política reciente. Años antes, en 2017, el congresista Steve Scalise fue baleado por un activista de izquierda durante una práctica de béisbol del Congreso, quedando gravemente herido.
LA ESPIRAL DEL EXTREMISMO 

Los ataques reflejan una tendencia de fondo: la violencia política ha dejado de ser esporádica y se ha convertido en un rasgo persistente del panorama estadounidense. Tanto demócratas como republicanos han sido blanco de agresiones mortales, y la polarización partidista alimenta una percepción de amenaza constante.

En este clima, los llamados a la unidad suelen quedar opacados por discursos que atribuyen la violencia exclusivamente al adversario. ¿El resultado? Más que negativo. Un país atrapado en una espiral peligrosa, donde la política se confunde cada vez más con un campo de batalla.

EL CAMINO DEBE SER OTRO

Tras el asesinato de Kirk, muchas fueron las voces que se pronunciaron. El discurso de la derecha no solo era de rechazo, sino también de ataques a la izquierda radical.

Pero, ¿es realmente esa la solución, o siquiera, hay una solución? La historia enseña que Estados Unidos ha enfrentado ciclos de violencia antes, pero también que ha necesitado líderes capaces de calmar y no de incendiar

Hoy, con la política reducida a trincheras, la gran incógnita es si alguien podrá desatar este nudo antes de que se vuelva irrompible.