Un tenso pulso mediático se apoderó de Washington DC esta semana, dejando a Jimmy Kimmel en el centro de la controversia. A pesar del regreso del show por parte de Disney, un "apagón de Kimmel" descendió sobre la capital. La gigante mediática con sede en Maryland, Sinclair, ordenó que el programa de entrevistas nocturno no se transmitiera en más de 40 de sus estaciones afiliadas a ABC, incluyendo la local WJLA-TV/ABC7. La decisión de Sinclair, apoyada por Nexstar, dejó a los espectadores de la zona con un vacío en su parrilla, y a los analistas de la industria con un nuevo enigma. La jugada puso la mesa para un enfrentamiento abierto sobre quién tiene el poder de controlar lo que los estadounidenses ven en televisión.
Un conflicto de interés mediático
La controversia escaló tras las críticas del presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr. En un movimiento coordinado, Sinclair y Nexstar, que juntos controlan más del 20% de las afiliadas de ABC, decidieron suspender el show y lo reemplazaron con "programación de noticias". La suspensión generó una ola de apoyo, con más de 430 estrellas de cine y televisión firmando una carta de la ACLU que califica el evento de "momento oscuro para la libertad de expresión". Para Sinclair y Nexstar, sin embargo, el asunto va más allá del contenido. Su decisión ocurre mientras ambas compañías exploran transacciones que requieren aprobación regulatoria, lo que añade un giro a la trama.
Kimmel regresa y dispara de vuelta
Tras una semana de silencio, Jimmy Kimmel volvió al aire con un monólogo que no dejó a nadie indiferente. “Como decía antes de que me interrumpieran”, bromeó, antes de entrar en materia. Kimmel agradeció a sus colegas de late-night, e incluso a un presentador alemán que le ofreció un trabajo, por su apoyo. También aprovechó para criticar a las afiliadas que lo sacaron del aire.
“Eso no es legal. Eso no es americano. Es anti-americano”, sentenció.
Con la voz entrecortada, Kimmel abordó el origen de la polémica: sus comentarios sobre el asesinato de Charlie Kirk. Aclaró que su intención nunca fue burlarse de la tragedia y que el punto que intentó hacer fue el contrario. Sin embargo, lo más emotivo de su monólogo fue cuando elogió el perdón de Erika Kirk, la viuda de Charlie. “Ese es un ejemplo que deberíamos seguir”, dijo, conmovido.
El boicot a Kimmel no solo avivó un debate sobre la libertad de expresión, sino que también expuso el delicado entramado de la industria mediática. La decisión de boicotear a Kimmel puede interpretarse como una jugada calculada para demostrar poder e influencia en un momento crucial para sus futuros comerciales. La tensión se mantiene alta: llamados a boicotear a Sinclair y WJLA-TV se multiplican, y un evento planeado en un bar de DC se canceló. Pese a todo, los televidentes de la capital que buscaron el regreso de Kimmel lo encontraron a través de plataformas de streaming. La disputa, una fascinante mezcla de política, poder corporativo y comedia, demuestra que la batalla por la libertad de expresión continúa y tiene a Washington, DC en el centro de la acción.