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¿Quién paga el precio del shutdown?

Foto: EFE

Apaga la luz y cierra la puerta porque el shutdown está aquí. Sin acuerdo no se llega a Marte y parece que los intereses partidistas en el Congreso están por arriba de la estabilidad política (y económica) de un país. Este cierre de gobierno pinta distinto y no solo porque amenaza con convertirse en más largo y más severo que los anteriores, sino porque aparece en un contexto económico frágil y con un ingrediente nuevo: la amenaza de despidos permanentes, no solo de simples furloughs.

OTRO JUEGO POLÍTICO MÁS

La falta de consenso entre partidos para evitar el cierre te afecta incluso más de lo que crees: bolsillos asfixiados, caos en aeropuertos, despidos, paralización federal y familias que dependen de beneficios federales en el limbo. Y como en la mayoría de las veces, mientras los congresistas siguen cobrando puntualmente, millones de estadounidenses tendrán que ajustar cuentas sin saber si la próxima quincena llegará

  • Más que un pulso presupuestal. Tradicionalmente, un cierre es una pelea sobre números: cuánto gastar, dónde recortar, qué priorizar. Esta vez es distinto. Trump no solo usa el shutdown como herramienta de presión, sino como escenario para mostrar poder sin contrapesos. Lo mezcla con ataques al sistema judicial, a la ciencia y hasta con amenazas de despidos masivos en la burocracia federal.
  • Un presidente en modo “todo o nada”. Lo inusual de este choque es que Trump no parece temer a los costos políticos. Al contrario, se mueve como si un cierre prolongado reforzara su imagen de líder dispuesto a romperlo todo. Eso coloca a los demócratas en un dilema: resistir y quedar como los causantes del caos, o ceder. La normalidad de Washington parece cada vez más lejana.
UN SHUTDOWN QUE SALPICA TODO
  • Impacto en los estados. No es lo mismo un cierre en Alaska que en California. Estados con mayor proporción de empleados federales, como Alaska, verán un golpe inmediato en su economía local. En Colorado, el turismo en parques nacionales podría colapsar justo en temporada alta, y en Louisiana, el seguro federal contra inundaciones se suspendería, dejando a medio millón de personas en riesgo. En Connecticut, la Guardia Costera quedaría atrapada en el limbo presupuestal. En pocas palabras: cada estado siente el shutdown en carne propia, pero algunos lo sufren hasta en los huesos.
  • Tu bolsillo en primera fila. Si trabajas para el gobierno federal, la cuenta es clara: no hay pago hasta nuevo aviso. Lo mismo para militares, salvo que su sueldo vuelva retroactivamente, aunque el retraso no ayuda a llenar la nevera. Quienes dependen de programas como WIC o SNAP verán recortes inmediatos. Y si estabas por cerrar una hipoteca, olvídalo si tu préstamo requiere seguro contra inundaciones federal: los bancos no pueden procesar nada sin él. El shutdown es, básicamente, una manera elegante de decir: “hoy no cobramos, mañana quién sabe”.
  • Agencias paralizadas, caos asegurado. Los controladores aéreos y agentes de seguridad seguirán trabajando, pero sin cobrar, lo que ya sabemos cómo termina: ausencias masivas y colas interminables en aeropuertos. Las renovaciones de pasaportes se ralentizarán, proyectos científicos se congelarán, y FEMA trabajará con fondos al borde del agotamiento. En educación, solicitudes de perdón de préstamos estudiantiles se acumularán sin respuesta. La ironía es que lo esencial sigue funcionando, pero en modo supervivencia.
  • Efectos económicos inmediatos. Cada semana de cierre recorta alrededor de una décima del PIB trimestral, según la Congressional Budget Office. En el corto plazo puede parecer un rasguño, pero acumulado significa menos consumo, más incertidumbre y presión extra sobre un mercado laboral ya tenso. Los contratistas federales —que no reciben retroactivo— son los primeros en caer, con impacto directo en comunidades donde dependen de esos contratos. Es decir, no es solo un drama político en Washington: el bolsillo colectivo se resiente rápido.
AQUÍ NADIE SE SALVA

A diferencia de la gente, Wall Street suele mirar los cierres con paciencia, y de hecho en shutdowns pasados el S&P 500 terminó subiendo. Pero lo distinto aquí es que la Fed no tendría acceso a datos clave —como el informe de empleo o la inflación— justo antes de tomar decisiones sobre tasas de interés. Dicho de otra forma: mercados operando a ciegas porque el gobierno decidió apagar la luz.

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