Un shutdown siempre suena como una trama aburrida de House of Cards, pero esta vez viene con un bonus track: inflación que golpea, contratación en modo lento y un presidente jugando a ver quién parpadea primero en el Congreso.
¿El resultado? Ni el jobs report ni los datos de inflación van a salir a tiempo. En pocas palabras, inversionistas, empresas y la misma Fed están volando a ciegas. ¿Y Wall Street? Sorpresivamente, sigue en verde este año (el S&P 500 sube un 13% y el Nasdaq un 17%), pero la pregunta es cuánto aguanta el rally con la economía mostrando señales de stagflation.
Los números también cuentan una historia. Desde 1977 ha habido 20 shutdowns, con un promedio de 8 días, según Bank of America. El más largo duró 35 días en 2018.
Históricamente no tumban al mercado, pero sí generan volatilidad: 5 de los últimos 10 ocurrieron durante caídas del S&P 500 mayores al 5%. Ahora, analistas ven riesgo de una corrección de 4% a 10% si el cierre se alarga. Eso significa que tu portafolio puede bailar al ritmo de Washington, aunque después llegue el clásico buy the dip.
El problema no es solo el ruido en Wall Street: sin datos oficiales, consumidores, negocios y hasta la Fed toman decisiones con menos visibilidad. Y como bien dijo Brett House, de Columbia, esto puede enfriar inversión y contratación. ¿Más leña al fuego? Por supuesto.
La administración sigue metiendo mano en agencias como el Bureau of Labor Statistics, sembrando dudas sobre la independencia de los números que deberían guiar la política económica.
Aunque los shutdowns no suelen causar recesiones ni crashes, sí dejan cicatrices en la actividad económica. El cierre de 2019, por ejemplo, recortó 0.1% del PIB por cada semana de parálisis, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
Además, 300,000 empleados federales dejaron de cobrar durante más de un mes, lo que redujo el consumo en sectores locales. Si esta vez se extiende, podría golpear tanto la confianza del consumidor (ya en su nivel más bajo desde abril) como la inversión privada, justo cuando la economía no tiene margen para más shocks.
Al final, no se trata de si habrá un shutdown corto o largo porque la historia dice que casi siempre se resuelve. El verdadero costo es la erosión de confianza en las instituciones que miden la economía. Porque si ni siquiera puedes confiar en las métricas, ¿cómo planeas tus finanzas personales, tus inversiones o hasta tu próxima hipoteca? ¿con una varita mágica?