Mientras el gobierno federal permanece paralizado, las organizaciones sin fines de lucro del área metropolitana de Washington enfrentan una tormenta perfecta: más personas piden ayuda justo cuando llegan menos fondos. A los recortes federales y la inflación se suman los empleados públicos y contratistas suspendidos o despedidos, lo que agrava una crisis social que ya estaba en marcha. Según Rosie Allen-Herring, directora ejecutiva de United Way of the National Capital Area, la demanda está creciendo a un ritmo que la región podría no ser capaz de sostener.
De donantes a beneficiarios
United Way, una de las principales redes de asistencia social del área, está recibiendo más solicitudes de apoyo mientras las donaciones disminuyen. Muchos de los empleados federales que antes eran donantes ahora buscan ayuda para pagar sus hipotecas o comprar alimentos. A la vez, los programas de capacitación laboral y educación financiera de la organización están registrando una demanda récord, impulsada por despidos, permisos laborales y la incertidumbre económica. Esta transformación muestra cómo el shutdown ha desestabilizado incluso a quienes antes sostenían la red de ayuda comunitaria.
Bancos de comida al límite
El Capital Area Food Bank (CAFB) ha distribuido cinco millones de comidas adicionales este año fiscal, reflejo del aumento en la inseguridad alimentaria. Sin embargo, los recortes al Departamento de Agricultura (USDA) redujeron a la mitad los suministros que normalmente representan un tercio de su distribución. La organización ahora prioriza la ayuda para los grupos más vulnerables, mientras anticipa un nuevo golpe por los recortes al programa SNAP. Su directora, Radha Muthiah, advirtió a Axios que ninguna red de emergencia puede cubrir completamente el vacío dejado por las decisiones federales, lo que deja a miles de familias en riesgo de pasar hambre.
Una región con hambre
Según el Informe de Hambre 2025 del CAFB, más de una de cada tres personas en el DMV enfrenta inseguridad alimentaria. Entre los hogares afectados por despidos federales, directos o indirectos, el 41% reporta dificultades para acceder a alimentos, y dos tercios se encuentran en el nivel más severo de inseguridad. Además, más de 230,000 familias perderán parte o la totalidad de sus beneficios de SNAP debido a los recortes impulsados por el proyecto de ley del presidente Trump, conocido como “big beautiful bill”. La combinación de inflación, despidos y menos asistencia pública perfila un panorama cada vez más precario para los residentes de la región capitalina.
Más allá de la comida: el efecto dominó
El impacto del cierre federal va más allá de los bancos de alimentos. Organizaciones como Northern Virginia Family Services (NVFS) reportan un aumento de solicitudes en vivienda, salud mental y transporte. Su presidenta, Stephanie Berkowitz, explicó a WTOP que las familias están reduciendo gastos esenciales y priorizando la comida de los niños, mientras los adultos dejan de comer o postergan el pago de la renta. A esto se suma el costo creciente de la vida, que empuja a muchas familias al borde del desalojo o les impide incluso costear el pasaje para ir al supermercado. La vulnerabilidad financiera, combinada con la incertidumbre del shutdown, está erosionando la estabilidad emocional y económica de los hogares en la región.
Ante la creciente crisis, líderes de organizaciones como United Way y NVFS están haciendo un llamado urgente a la solidaridad local. Insisten en que la ayuda comunitaria puede marcar la diferencia, incluso con aportes modestos. Cada contribución, grande o pequeña, permite sostener programas que ofrecen comida, vivienda y apoyo emocional a quienes más lo necesitan. En una región donde la brecha económica se amplía con cada semana de cierre gubernamental, las nonprofits se han convertido en el salvavidas de miles de familias que antes se consideraban seguras.