ICE está dejando atrás los viejos manuales. Lo que alguna vez fue una agencia enfocada en detener a los “peores primero” ahora parece operar bajo una nueva lógica: más arrestos, menos distinciones. El cambio no solo redefine las prioridades de inmigración, también dice mucho sobre cómo entiende el poder la nueva administración.
Las redadas ya no son operaciones selectivas, sino despliegues amplios, visibles y con un mensaje implícito: el control migratorio vuelve a ser símbolo político.
The government’s own data and detentions like the ones we reported on in Chicago raise serious doubt about whether the Trump administration’s mission is to target “the worst of the worst” at all. New reporting with @kaybguerrero. https://t.co/wRjlGnxk43
— Jacob Soboroff (@jacobsoboroff) October 13, 2025
Según Politico, el giro comenzó desde arriba. John Sandweg, exdirector interino de ICE y veterano del Homeland Security, asegura que “nunca se había visto un esfuerzo nacional de esta magnitud”. Antes, cada operativo se planeaba con cuidado, centrado en quienes tenían historial criminal o recién cruzaban la frontera. Hoy, se privilegia la cantidad de detenciones. Los agentes, presionados por cifras, actúan sin el filtro de las prioridades de antaño.
Esa presión se siente en las calles. Politico también documenta redadas violentas en vecindarios, detenciones durante controles de tráfico y operaciones conjuntas con otras agencias. En Chicago, Nueva York y Dallas, las protestas se multiplican, y los jueces comienzan a poner límites: un tribunal federal en Illinois prohibió a los agentes usar fuerza o amenazar a periodistas durante los operativos.
Al mismo tiempo, ICE está ampliando su plantilla, ofreciendo bonos y acelerando entrenamientos, una combinación que —según Sandweg— podría “bajar estándares y aumentar riesgos”.
En Chicago, la resistencia se siente más. Periodistas y manifestantes demandaron al gobierno federal alegando “brutalidad extrema” por parte de los agentes al momento de las detenciones. Este escenario se repite y se repite, con el mismo guion, en otras ciudades.
Ya no son solo las tácticas, sino lo que revelan. En palabras del propio Sandweg, ICE volvió el emblema visible de la política migratoria de Trump, un símbolo que polariza tanto como ejecuta. En teoría, la misión es proteger; en la práctica, se diluye la diferencia entre seguridad y castigo. Lo que se dice es que el país está haciendo cumplir la ley. Lo que no se dice es que, en ese proceso, se están borrando las líneas que separan el deber de la política.