El Caribe vuelve a ser escenario de tensión. Una poderosa flota estadounidense realiza maniobras en la región mientras María Corina Machado impulsa, desde la clandestinidad, una ofensiva diplomática que busca una transición democrática en Venezuela.
En Caracas, Nicolás Maduro reacciona furioso y pide despojar de la nacionalidad a los venezolanos que apoyan “acciones más contundentes” para derrocarlo. Y, como siempre, La Habana reaparece en el discurso acusando al “imperio” de intervencionismo.
Sin embargo, la otra historia de las invasiones y de los ejércitos que cruzaron fronteras en nombre de una ideología apunta a un mismo origen: Cuba, bajo el mando de Fidel Castro. Desde 1959, el castrismo exportó hombres, armas y entrenamiento militar a todo el continente, sembrando combatientes donde decía llevar liberación.
1959: El año de las cuatro invasiones
Apenas tres meses después de tomar el poder, el 19 de abril de 1959, Castro ordenó la invasión de Panamá. Un grupo de combatientes cubanos partió en el buque Mayarí con la misión de sabotear el Canal de Panamá. La Guardia Nacional panameña repelió la incursión en pocas horas.
Menos de un mes después, en mayo, organizó otra expedición contra Nicaragua, utilizando Costa Rica como base de tránsito. Los invasores fueron derrotados por la Guardia Nacional nicaragüense y huyeron hasta Honduras, donde fueron finalmente capturados en el Combate de Chaparral.
El 14 de junio de ese mismo año, Cuba ejecutó la llamada Operación Domeñar: más de 200 combatientes, en su mayoría cubanos, desembarcaron en República Dominicana para derrocar a Rafael Leónidas Trujillo. La operación fue una carnicería: 217 invasores murieron y solo siete fueron capturados con vida.
Y el 14 de agosto, la historia se repitió. La llamada Operación Haití terminó en masacre. Las fuerzas haitianas exterminaron a casi todos los invasores; apenas cinco oficiales cubanos escaparon. Entre los muertos había incluso dos venezolanos. En menos de seis meses, la flamante revolución cubana había intentado intervenir militarmente en cuatro países latinoamericanos.
1960-1970: El laboratorio continental
A partir de esos fracasos, Castro optó por una estrategia más sigilosa: infiltrar movimientos insurgentes en toda América Latina. En Guatemala, apoyó al MR-13; en Bolivia, financió la aventura trágica del “Che” Guevara; en Colombia y Venezuela, entrenó guerrillas que dejaron cadáveres en el campo.
En 1967, comandos cubanos desembarcaron por Machurucuto, en el estado Miranda, con el propósito de abrir un foco guerrillero en Venezuela. Fueron descubiertos y neutralizados, pero marcaron el inicio de una relación que, décadas más tarde, desembocará en el chavismo.
El mundo como escenario
Mientras Latinoamérica se usaba como experimento, Castro extendió sus tentáculos. En África, intervino en Argelia (1962), el Congo (1965) y especialmente Angola, donde llegó a desplegar más de 50.000 soldados durante la llamada Operación Carlota. En Asia y Medio Oriente, se alineó con los intereses soviéticos en Siria, Etiopía y Yemen. Todo bajo la bandera del “internacionalismo”, pero con fines geopolíticos muy concretos: recursos, influencia y supervivencia económica.
En las aguas del Caribe, los buques estadounidenses son visibles y son el presente, pero la historia —y sus cómplices— suelen olvidar las ensayadas invasiones que llevan décadas zarpando desde los puertos cubanos hacia el mundo.