Por Rosy González Speers, estratega demócrata
La semana pasada, el Senado de Estados Unidos votó a favor de reabrir el gobierno tras el cierre más largo de la historia del país. Ocho senadores demócratas se unieron a los republicanos para aprobar un proyecto de ley que, al final, protegió los recortes de impuestos para los multimillonarios , pero no hizo nada para asegurar la atención médica asequible para las familias trabajadoras.
Seamos claros: los demócratas no se alinearon con los republicanos que querían dejar a millones de personas pagando el doble por sus seguros de salud, llevándonos a un cierre del gobierno. Lo hicieron porque era la única herramienta que tenían para bloquear el presupuesto republicano que quita el seguro médico a las familias para seguir financiando el recorte de impuestos para multimillonarios . Cuando no controlas ninguna cámara del Congreso, negarte a rendirte es una de las pocas jugadas que te quedan en el tablero.
Fue una estrategia arriesgada desde el principio: aguantar la ira a corto plazo para evitar un daño mayor a largo plazo. Los que no estaban de acuerdo se molestaron, sí, pero los demócratas aún contaban con su base, la gente trabajadora, que quería verlos pelear por ellos, por quienes cada día sienten más la presión económica.
Pero esta semana, el liderazgo demócrata también perdió esa base. Porque no solo se rindieron, sino que lo hicieron en silencio, sin mensaje, sin medios públicos, sin narrativa. No hubo una explicación clara por parte del liderazgo. No hubo un discurso económico sólido y unido. No hubo una acusación directa contra las prioridades republicanas. Solo una rendición, en un domingo por la noche, a puerta cerrada.
¿Y ahora? Una catástrofe política creada por ellos mismos.
Los estadounidenses perdieron su sueldo. Los adultos mayores notaron retrasos en el pago de sus beneficios. Las familias no recibieron sus depósitos de food stamps. Miles quedaron varados en aeropuertos. Se cancelaron vuelos. Se detuvieron subsidios y servicios.
¿Para qué?
El liderazgo demócrata se metió en un callejón sin salida. En redes sociales, el veredicto desde la izquierda ha sido brutal: “traición americana”, como lo llamó una cuenta popular que sigo en Instagram. La frustración es inevitable en momentos de crisis. Pero hacia dónde va la culpa no lo es.
Incluso después de victorias electorales históricas este noviembre, los demócratas no han comprendido que la era de la política de pasillos ya terminó. El mensaje debe ir primero. Debe ser fuerte. Debe ser constante.
La política ya no se gana en las salas de comité. Se gana en las conversaciones de calle, en los aeropuertos, en los chats de grupo, alrededor de mesas. En 2025, el mensaje no es un accesorio: es el campo de batalla.
No más política de susurros. No más esperar a que los hechos hablen por sí solos. No más dejar que los republicanos usen el caos como arma mientras los demócratas se atacan entre sí.
La gente no se preocupa por el juego interno de Washington. Quieren su cheque cuando trabajan. Quieren llegar a casa a tiempo para acostar a sus hijos. Necesitan comida. Necesitan atención médica asequible.
Durante más de un mes he escuchado a amigos que trabajan en el gobierno federal ser suspendidos sin sueldo, muchos de ellos veteranos. Tuve que ayudar a familiares a quienes no les llegaron los beneficios este noviembre. Y luego fui yo quien quedó varada, como miles de estadounidenses, en un aeropuerto, haciendo videollamada con mis hijos, diciéndoles que mamá se quedaría fuera una noche más. “Sí, es culpa de Trump que el vuelo de mamá se canceló”, le dije a mi hijo de cuatro años. Pero como muchos demócratas, también culpo a mi propio partido.
¿La parte más cruel? Que los republicanos causaron todo este dolor a las familias trabajadoras —los aumentos en los costos de salud, los cheques de pago perdidos, los vuelos cancelados— solo para proteger recortes de impuestos para los multimillonarios. Y los estadounidenses empezaban a darse cuenta. Estaban conectando los puntos entre las prioridades republicanas y sus cuentas bancarias vacías. Si los demócratas se hubieran mantenido firmes y obligado a los republicanos a asumir la responsabilidad de este desastre, si hubieran logrado verdaderas protecciones para la atención médica a cambio de poner fin al sufrimiento, al menos el dolor que los republicanos causaron habría tenido un propósito. Pero al rendirse sin luchar, sin siquiera un mensaje, los demócratas dejaron a los republicanos libres de culpa.
Los demócratas no solo perdieron influencia esta semana. Perdieron el momento de contar su historia. Y en la política moderna, eso no es la mitad de la batalla, es la guerra.
Rosy González Speers es estratega demócrata y socia de AL Media Strategies, donde ha liderado campañas de medios pagados para elegir a demócratas en todo el país. Las opiniones expresadas en este artículo son suyas.