La capital enfrenta uno de los momentos más difíciles para su escena gastronómica. Este año, casi 100 bares y restaurantes cerrarán sus puertas, una cifra récord que supera la del año pasado y marca el tercer año consecutivo de aumentos en cierres, según nuevos datos de la Restaurant Association of Metropolitan Washington (RAMW).
Aunque los cierres afectan a negocios de todo tipo, desde alta cocina hasta bares y locales de comida rápida, el impacto más fuerte se siente en los restaurantes de precio medio, esos espacios de barrio donde una cena cuesta entre 21 y 40 dólares por persona y que históricamente han sido la columna vertebral del empleo y la vida comunitaria en la ciudad.
De los 92 cierres registrados hasta noviembre, casi dos tercios corresponden a este segmento. Lugares emblemáticos como Haikan, Brookland’s Finest, Logan Tavern, Sticky Rice y Beuchert’s Saloon han desaparecido del mapa, dejando vacíos no solo comerciales, sino también sociales en muchos vecindarios.
“El problema es que esos restaurantes están atrapados en el medio”, explica Shawn Townsend, presidente de RAMW.
A diferencia de la alta cocina, donde los clientes están dispuestos a pagar más, o de los conceptos rápidos con menos personal, los restaurantes de precio medio dependen de un modelo intensivo en mano de obra y enfrentan clientes cada vez más cautelosos con su dinero.
Las cifras respaldan esa realidad
En una encuesta reciente de RAMW a casi 150 restaurantes, el 76% de los locales de precio medio reportó menos comensales, el 72% registró una caída en ventas y solo el 7% planea contratar más personal de atención al público. Para muchos dueños, mantener el negocio a flote se ha vuelto una ecuación imposible.
A pesar de que este año han abierto 109 restaurantes nuevos en DC, la cifra representa una caída del 30% frente al mismo período del año pasado. Además, solo el 47% de esas nuevas aperturas corresponde a restaurantes de precio medio, una baja pronunciada frente al 67% registrado en 2022.
A nivel nacional, los consumidores están llegando a su límite de gasto en restaurantes, pero en DC la presión es mayor. Los recortes en la fuerza laboral federal, el aumento de salarios, el lento regreso a las oficinas, el reciente cierre del gobierno y la incertidumbre política han creado un entorno especialmente hostil para el sector.
A esto se suman preocupaciones por inmigración y empleo
Según la encuesta de RAMW, el 83% de los restauranteros citó las redadas migratorias y los despidos federales como sus principales preocupaciones, y casi el 60% reportó ausencias laborales vinculadas al temor a operativos de ICE.
Para Tony Tomelden, quien cerró Brookland’s Finest tras una década, el aumento del salario con propina —de $5 a $10 por hora— fue un golpe decisivo. “Duplicar la nómina es un salto que no todos pueden asumir”, asegura. Su mayor temor es un “precipicio de cierres” que deje a DC con solo cadenas y servicio de mostrador.
Algunos negocios están optando por adaptarse en lugar de cerrar. Sook, antes Compass Rose, reabrió como bar de vinos con servicio en mostrador y menú simplificado. Otros restauranteros están mirando fuera del Distrito, apostando por Virginia u otras áreas del DMV, donde los costos y las condiciones son más manejables.
Con un ciclo electoral clave en 2026 y propuestas como un salario mínimo de $25 en la boleta, el futuro de la gastronomía en DC sigue en juego. Lo que está claro es que, sin cambios, la ciudad corre el riesgo de perder una parte esencial de su identidad culinaria y comunitaria.