Ingrid y Catherine se conocieron en 1992 durante un baile celebrado en el Spy Club de Washington, DC. Pero a ellas les gusta contarlo así: “La historia comienza cuando Ingrid Marie Durán, hija de activistas chicanos de Boyle Heights, conoce a Catherine Marie Pino, hija de una familia católica, hispana y conservadora de Albuquerque”.
Luego el tiempo pasa aunque el amor no sepa qué es el tiempo.
Y ya que “El tiempo no es nada si no es complaciente” —la gran Elizabeth Bishop dixit— en 2002, cuando Ingrid dirigía el Congressional Hispanic Caucus Institute (CHCI), Catherine se convirtió en miembro de la junta directiva del CHCI. El destino, los amigos y las alianzas cósmicas las volvieron a unir.
Dos años más tarde se unieron como pareja en el amor y en colaboradoras en la vida profesional. Anunciaron entonces que abandonaban sus carreras, sin nada en las manos que no fuera la pasión por un sueño y “una canción”.
Dicen que su decisión causó un “escándalo” en el ambiente latino de DC. De alguna manera, ellas sabían que los sospechosos habituales de ese ambiente no las iban a entender.
Que se tenían la una a la otra, que se amaban, y que podían cantar una canción que solo ellas podían escuchar, Oscar Wilde dixit.
Catherine e Ingrid hoy viven en Virginia con su perro maltés adoptado, Allegro Pino Durán. En marzo fui invitado a la fiesta para celebrar su compromiso, en Virginia, en la casa de una querida amiga —una gran dama conservadora. Sí, todavía existe sentido y sensibilidad —y probablemente corazón y cerebro— en algún lugar de la arena conservadora.
Aunque no existe hoy igualdad matrimonial en Virginia, el cambio está al caer, dicen. Ingrid y Catherine celebraron cuando un juez federal rechazó la prohibición virginiana contra los matrimonios entre personas del mismo sexo, a principios de 2014.
Y el Fiscal General de Virginia, Mark Herring dijo el 5 de agosto que solicitaría a la Corte Supremaque revise esa decisión contra la prohibición del estado a los matrimonios entre personas del mismo sexo, aunque él apoya la decisión de la corte.
“Creo que la corte de apelaciones y de distrito hizo lo correcto al rechazar la prohibición discriminatoria que existe en Virginia sobre el matrimonio, pero está claro que la Corte Suprema tiene la última palabra. Deseo que esa decisión se tome lo antes posible y quiero que se escuchen las voces de los virginianos”, expresó Herring en un comunicado.
Familiares y amigos han animado a Ingrid y Catherine a mudarse a DC o a Maryland donde serían más aceptadas y su matrimonio respetado. ¿Por qué luchar por su amor en Virginia? Porque quieren que se les “escuche”, porque creen que el progreso en Virginia es posible, sobre todo con Terry McAuliffe como gobernador. Quiere ser parte del cambio en la comunidad donde viven y aman.
Catherine e Ingrid sienten que el matrimonio es un valioso símbolo estadounidense de unión entre dos personas que se aman.
Avendaño es EDITOR DE El Tiempo Latino
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