El portal ProPublica difundió un audio grabado dentro de las instalaciones de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, en el que se escucha a los niños llorar por haber sido separados de su familia mientras un agente bromea: “Aquí tenemos una orquesta”.
El sonido deja escuchar la desesperación de una niña inmigrante salvadoreña que pide ver a su padre y que llamen a su tía para que la recoja “lo más pronto posible”.
“El desesperado llanto de 10 niños centroamericanos, separados de sus padres un día la semana pasada por las autoridades de inmigración en la frontera, hace una escucha insoportable. Muchos de ellos suenan como si estuvieran llorando tan fuerte que apenas pueden respirar. Gritan ‘mami’ y ‘papá’ una y otra vez, como si esas fueran las únicas palabras que conocen”, escribe en su despacho Propublica.
El agente que bromea pregunta a dos pequeñas de dónde son y una le responde que de El Salvador y la otra de Guatemala.
La niña salvadoreña llora al decir: “Me quiero ir con mi tía. Tengo el número de ella. Me lo puedo de memoria. ¿Y mi mami después que venga a traer mi tía a venir lo más pronto posible para irme con ella?”.
Una de las custodias le dice que primero coma.
Las lágrimas inconsolables de los niños tras ser separados de sus padres en la frontera sur de EE.UU. fue lo que llevó a Antar Davidson a renunciar a su empleo en el albergue Estrella del Norte, de Tucson (Arizona), lugar que califica como un lugar gris y muy parecido a una prisión.
Davidson no puede olvidarse de tres hermanos brasileños que recientemente habían sido separados de sus padres en la frontera y que, al llegar al albergue, les dijeron que ni siquiera podían abrazarse entre ellos para superar el duro momento que estaban viviendo.
“Los niños acaban de pasar el trauma de ser separados de sus padres, lloraban fuertemente y a mí me ordenaron decirles que tendrían que dormir separados; por política del albergue, no podían tocarse entre ellos”, relató a Efe Davidson, también de origen brasileño.
Recuerda muy bien cuando el mayor de estos hermanos, de 16 años, le preguntó que cómo mostrarse “fuerte” mientras sus hermanas, de 10 y 6 años de edad, lloraban desconsoladamente por “no saber dónde estaban sus padres”.
“Fue cuando decidí renunciar y, de alguna manera, hablar para que la gente sepa lo que está pasando”, dice sobre un centro que, en su opinión, no brinda el apoyo psicológico que requieren estos menores y que es operado con personal poco capacitado.
El ex empleado recuerda que parte de su familia también llegó a Estados Unidos como refugiados y por este motivo le había interesado trabajar en este centro y ayudar a los niños migrantes.
Cuando los niños son separados de sus padres en la frontera, estos son entregados al Departamento de Salud y Servicios Humanos, que tiene contrato con 100 albergues en 17 estados, donde actualmente hay más de 11.000 niños.
Uno de ellos es el Estrella del Norte, que hasta la semana anterior acogía a unos 280 niños y jóvenes, 70 de ellos menores de 13 años.
Davidson considera que la política de “tolerancia cero” anunciada en mayo por el presidente Donald Trump, que ha supuesto ya la separación de unos 2.000 niños migrantes de sus padres tras ser detenidos en la frontera, tiene un efecto devastador en los menores.
Asegura que estos chicos sufren un “triple trauma”: dejar su país de origen, la dura travesía que tienen que enfrentar antes de llegar a Estados Unidos y, por último, el ser separados de sus padres.
Pero a estos problemas hay que añadir, advierte, que el albergue carece del personal adecuado para atender a los chicos.