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La recuperación económica oculta los peligros de un mundo dividido

MOTIVOS. La mayoría de los migrantes centroamericanos argumentan que huyen de la pobreza y la violencia en sus países de origen. | Foto: Efe/Luis Torres.

Opinión de Martin Wolf - Associate Editor del Financial Times

La principal noticia emanada de la reciente reunión del FMI y el Banco Mundial es que la economía mundial se está recuperando sustancialmente más rápido de lo esperado hace seis meses.  Pero la recuperación de las macromagnitudes globales oculta lo que está experimentando la población mundial.  Tanto dentro de países como entre países, los desaventajados parecen vivir una recuperación más lenta.  Además, esta casa dividida puede que no se sostenga: lo que está ocurriendo – ante todo la lenta distribución de vacunas – empeorará las perspectivas para todos.

Lo que más sobresale de las nuevas proyecciones del FMI es que el crecimiento acumulado del producto interno bruto global per cápita entre el 2019 y el 2022 se estima en sólo tres por ciento menos de lo que era en enero del 2020.  Esto es mucho mejor que el déficit de 6,5 por ciento del año pasado y que el cuatro por ciento de déficit previsto para este año.

Aún más destacable, sin embargo, es la divergencia.  Se estima que las economías avanzadas experimentarán un crecimiento acumulado del PIB per cápita entre el 2019 y el 2022 de sólo uno por ciento menos que en enero del 2020.  Pero los países de mercados emergentes y los países de menor ingreso en vías de desarrollo sufrirán un declive del 4,3 por ciento (5,8 si no se incluye a China) y 6,5 por ciento respectivamente.  A los que tienen, se les devolverá.  Pero, a los que no tienen, se les quitará aun lo poco que tenían: en enero, el Banco Mundial reportó un crecimiento de la población en pobreza extrema de entre 119 y 124 millones el año pasado como resultado del Covid-19.  Dadas las proyecciones, es difícil que esta calamidad se revierta rápidamente.

En esencia, el FMI actualmente proyecta que las economías avanzadas y China saldrán de las crisis prácticamente ilesas económicamente, con una economía de EEUU aun un poco mayor de lo antes estimado, mientras que los países emergentes y en desarrollo sufrirán grandes declives por mucho tiempo.  Y debemos recordar que dos tercios de la humanidad vive en esos países.

Esto es lo contrario de lo que ocurrió luego de la crisis financiera global entre el 2007 y el 2009.  Eso se debe en parte a que la crisis se originó en países de altos ingresos.  También es porque la recuperación China en el 2009 fue muy fuerte.  Pero la principal razón de la diferencia esta vez es que los países de altos ingresos tenían y usaron una capacidad para manejar el impacto que sólo estaban disponibles a pocos otros países (China es la principal excepción):  los países ricos podían amortiguar el golpe social y económico con respuestas excepcionales de política fiscal y monetaria, y podían desarrollar, producir y entregar vacunas a alta velocidad.

De acuerdo con el Monitor Fiscal del FMI, “en los últimos 12 meses, los países han anunciado $16tn (millones de millones de dólares) en medidas fiscales”.  Pero la mayor parte de ellas se han dado en países avanzados.  El déficit fiscal de las economías avanzadas subió un 8,8 por ciento del PIB entre el 2019 y el 2020, para situarse en 11,7 por ciento.  Será del 10,4 por ciento en el 2021.  En los mercados emergentes, el déficit fiscal aumentó un 5,1 por ciento del PIB entre el 2019 y el 2020, para llegar a 9,8 por ciento.  Pero en países en desarrollo y de bajos ingresos aumentó en sólo 1,6 por ciento del PIB para situarse en 5,5 por ciento.  Asimismo, el Monitor enfatiza que “el aumento de los déficits en economías avanzadas y en varias economías emergentes fue el resultado de cifras equiparables en cuanto a aumento de gastos y disminución de ingresos; mientras que en la mayoría de las economías de mercados emergentes y de países en desarrollo de bajos ingresos, surgió primariamente del colapso en los ingresos causado por el declive económico”.

No sería prudente dar por sentado la fuerte recuperación prevista para las economías avanzadas.  Es posible que nuevas variantes no vulnerables a las vacunas de hoy den la vuelta al mundo.  Es altamente probable que resulte imposible reabrir las fronteras en el corto plazo.  Es posible también que las políticas fiscales y monetarias hayan sido demasiado expansivas, particularmente en los EEUU, como ha predicho Larry Summers, y que esto genere un fuerte aumento de la inflación, de las expectativas de inflación y de las tasas reales de interés.  De ser así, los que formulan las políticas tendrán que aplicar los frenos, y esto podría llevar a una crisis entre deudores vulnerables tanto a nivel doméstico como en el extranjero.

Adicionalmente, incluso si los países de mayores ingresos, China y quizás algunos otros se recuperan fuertemente, muchos países emergentes y en desarrollo continuarán sufriendo grandes dificultades como resultado de una distribución dolorosamente lenta de las vacunas, problemas en el manejo de su deuda, el estrés causado por el empeoramiento de la pobreza y un campo de acción limitado para las políticas.  Las economías que dependen del viaje y el turismo verán una recuperación particularmente lenta, especialmente si siguen surgiendo nuevas variantes.  Nada de esto se ve ayudado por el hecho de que muchos gobiernos son corruptos, ineficientes o ambos.  Esto siempre es importante.  En tiempos anormales, como estos, es más importante aún.

Nada sería tan tonto como el que los gerentes de políticas en países ricos suspiraran con alivio y evadieran mirar hacia los retos globales que enfrentan.  Deben en vez hacer todo lo que se pueda para lograr que el mundo entero esté vacunado para finales del año que viene y, de ser necesarias, apoyar el desarrollo de vacunas de refuerzo para todos.  Deben hacer lo que sea por lograr que todos los países tengan los recursos para lidiar con estas crisis económicas y de salud.  Deben hacer lo que sea para asegurar que, si hay una crisis de endeudamiento, ellos sepan quienes son los acreedores – públicos y privados – y puedan gerenciar las negociaciones que lleguen a surgir.

Por último, pero de igual importancia, deben aprender las lecciones de esta pandemia.  Hasta ahora le ha quitado a la vida a tres millones de personas y ha causado una crisis económica inmensa.  La próxima podría fácilmente ser mucho peor en estos dos tristes aspectos.  Los islotes de supuesta seguridad no prosperarán en un mundo amenazado por enfermedades.

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