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La silenciosa revolución de los primeros 100 días de Joe Biden

El presidente Joe Biden cumple un mes en el poder este 21 de febrero. | FOTO: Demetrius Freeman — The Washington Post

OPINIÓN Edward Luce - Financial Times

El presidente de EEUU, Joe Biden, tardó unos 50 días en cumplir su promesa de 100 millones de vacunas durante sus primeros 100 días.  Utilizó el viejo truco de prometer menos y lograr más.  Aún así, después de cuatro años de ver a Donald Trump hacer lo contrario, parece algo extrañamente novedoso.  Lo mismo se aplica a su paquete de recuperación de $1,9tn (millones de millones de dólares).  En un solo proyecto de ley, ha proporcionado el alivio financiero que Trump le decía constantemente a los estadounidenses de clase media que ya tenían.  ¿Podrá Estados Unidos apegarse a la esperanza de que hayan terminado los días en que la política formaba parte del mundo del espectáculo?

Todo tipo de cosas pueden salir mal y saldrán mal - empezando por la creciente oleada de migrantes en la frontera sur de Estados Unidos.  Pero Biden tiene tres ventajas clave.  Lo más importante es lo que buscaba Napoleón Bonaparte en sus generales: buena suerte.  La mejor receta para el éxito en un nuevo trabajo es reemplazar a alguien que tuvo un desempeño deficiente.  Biden también heredó una pandemia que estaba a punto de arreglarse.

Lo más efectivo que hizo Trump como presidente fue financiar la Operación Warp Speed.  Biden asumió el cargo en el momento cuando las vacunas de Estados Unidos empezaban a producirse y las infecciones alcanzaban su punto máximo.  Esto le ofreció una oportunidad centenaria para demostrar el poder del servicio público.  Si el virus desaparece en los EEUU de aquí al verano, el boom económico resultante le dará a Biden un trampolín para hacer todo tipo de cosas que antes hubieran sido impensables.

El segundo atributo de Biden es la experiencia.  Al antiguo estratega de Bill Clinton, James Carville, le gustaba repetir la cita: "Cuanto más practico el golf, más suerte tengo".  Entre los presidentes estadounidenses recientes, solo George Bush padre podría compararse con Biden en cuanto a experiencia en el sector público.  Pero ni él, ni Richard Nixon, ni Lyndon Johnson igualan los 44 años combinados de Biden como senador y vicepresidente.  Según las reglas de la política estadounidense, la experiencia en Washington no es algo positivo en la mente de los votantes.  Por lo tanto, Biden recalcó poco su historial durante la campaña.

En la práctica, sin embargo, la experiencia es de gran valor.  Conocer a los actores clave en Capitol Hill puede marcar la diferencia a la hora de lograr acuerdos.  Lo mismo se puede aplicar al equipo de Biden.  Janet Yellen es quizás la persona más calificada para ser nombrada secretaria del tesoro de Estados Unidos, habiendo dirigido el Banco de la Reserva Federal y el Consejo de Asesores Económicos de Clinton.  Ron Klain, el jefe de gabinete de la Casa Blanca ha desempeñado un papel similar para dos vicepresidentes y ha encabezado la respuesta americana a una epidemia anterior, el virus del Ébola.

La historia de Estados Unidos está plagada de nuevos presidentes que traen consigo equipos del interior del país y luego tropiezan.  Pensemos en Carter y sus georgianos, la gente de Arkansas de Clinton y en Barack Obama con sus colegas de Chicago.  Les toma al menos dos años acostumbrarse a sus cargos, si es que realmente lo logran.  Biden ha superado hasta ahora ese obstáculo.  Siendo alguien que ha tomado todas las posiciones sobre todos los temas durante su larga carrera, la izquierda ve a Biden como carente de principios.  Pero eso también puede ser una ventaja.  Los Republicanos no pueden pintar a Biden como un radical.  La izquierda no tiene a quien más acudir.

El resultado es un sigiloso cambio de marea en el tono de la política estadounidense.  Los medios se han quejado de que Biden ha tardado más que cualquier presidente reciente para dar una conferencia de prensa (la primera será la semana que viene).  Pero eso a nadie más le causa particular problema.  El año pasado, Trump socavó a diario su propio grupo de trabajo del coronavirus con teorías absurdas sobre el virus.  Obama pronunciaría periódicamente un discurso exquisito y luego se quedaría corto en el seguimiento.  Biden no es un buen orador público y mutila a menudo sus palabras.

Pero la buena oratoria puede estar sobrevalorada - pregúntenle a la alemana Angela Merkel.  Biden delega gran parte de la comunicación de la Casa Blanca y sus decisiones diarias a otros.  Aquí está su tercer atributo.  Según los estándares de la mayoría de los presidentes de EEUU, el ego de Biden es modesto.  Es cierto que esa no es una barra difícil de superar.  Pero a los 78 años, no es fácil afirmar que uno personifica la ola del futuro.  La mejor política es gobernar en lugar de estarse preocupando por la imagen.  Esto distingue a Biden de Obama y de Trump.  No todo tiene que tratarse de él.

A través de una mezcla de suerte y experiencia, el comienzo de la presidencia de Biden ha sido el menos accidentado de cualquier presidente que podamos recordar.  En algún momento, Biden se encontrará en dificultades y es posible que se equivoque.  Mientras tanto, está demostrando que no es necesario ser una superestrella para gobernar américa.  De hecho, ayuda no verse obligado a jugar ese papel.

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