Edward Luce - Opinión Financial Times
Martin Luther King anhelaba el día en que los estadounidenses serían juzgados no por el color de su piel sino por los rasgos de su carácter. Estaría desilusionado de lo logrado hasta ahora al respecto. Ideológicamente, conservadores y liberales viven en mundos distintos. Ambos, sin embargo, ven el mundo cada vez más a través del lente de la identidad por grupos.
Según esa medida, los liberales deberían estar contentos con el gabinete de Joe Biden, ya que el 55 por ciento de sus integrantes no son blancos; un nivel bastante mayor que la distribución racial de la población estadounidense. Tristemente, no se puede hablar de victorias políticas en lo referente a la designación de cargos. Esta semana, las dos senadoras de raza asiática en el actual congreso, Tammy Duckworth y Mazie Hirono, amenazaron con bloquear futuras designaciones a menos que Biden aumentara la proporción de personas de origen asiático en su gabinete.
Posteriormente, después de que la Casa Blanca intercediera para limitar posibles problemas, las senadoras desistieron de su intento por bloquear a todos los “nominados no diversos”. Pero el punto quedó sobre la mesa. En un Senado 50:50, cualquiera de las dos tenía el poder de retrasar proyectos de ley, incluyendo aquellos destinados a beneficiar a estadounidenses de todas las razas. Expusieron su posición pocos días después de que un hombre armado de 21 años en Atlanta matara a ocho personas, seis de ellas de origen asiático.
Los motivos del asesino tirador no se han esclarecido, aunque la historia que emana de la policía es la de un cristiano, atormentado por frustración sexual. Muchos han representado la matanza como un crimen de odio contra los asiáticos. En otra matanza no relacionada de diez personas en Boulder, Colorado, se dijo inicialmente que el sospechoso también era blanco. “Siempre es un hombre blanco enojado, siempre”, escribió por Twitter el editor de uno de los principales periódicos estadounidenses. El tweet luego fue borrado cuando salió a relucir que el tirador era en realidad un musulmán nacido en Siria.
Al revelarse ese punto, Fox News y otros medios conservadores tomaron interés por dicha masacre, ya que podía interpretarse como un ataque terrorista, aunque tampoco hubiera todavía bases reales para evaluarla de esa forma. En ambos casos, los estadounidenses fueron guiados a percibir las matanzas desde la perspectiva de la demografía del culpable.
El peligro es que la política de EEUU se deteriore hacia una serie de enemistades, en las cuales los crímenes ancestrales nunca puedan repararse. Cuando el agravio se convierte en moneda política, el incentivo para presentar a tu grupo como víctimas es abrumador. En algunos casos, como pueden ser los estadounidenses que descienden de esclavos o de tribus nativas, los crímenes sufridos fueron inmensos y su legado perdura. Otros grupos étnicos, como los americanos de origen asiático o los hispanos, quizás son demasiado amplios como para tener tanto significado.
Asia representa el 60 porciento de la población mundial; y desde la mayoría hindú en la India hasta el sintoísmo japonés, incluye todas las religiones y tonos de piel. Es sólo en occidente donde tiene sentido la categoría “asiático” – la cual incluye desde hijos de balseros vietnamitas católicos hasta los capitalistas de riesgo de Bangalore de casta Brahmán. En cuanto a los hispanos, exceptuando el idioma y la religión, los hijos de exiliados cubanos nacidos en EEUU tienen poco en común con los guatemaltecos indocumentados cosechadores de frutas.
Entretanto, la etnia más numerosa de Estados Unidos sigue siendo la de raza blanca, y sus agravios son, cada día más, el pegamento que mantiene unido al partido Republicano. Dado que mantienen una mayoría, a los Republicanos les interesa inventar resentimientos. Entretanto, los Demócratas condenan con razón la incitación racial cada vez más abierta del partido Republicano. La mayor parte de los principales Republicanos populistas, como por ejemplo Ted Cruz de Texas, Tom Cotton de Arkansas, Josh Hawley de Missouri y Ron DeSantis de Florida, se graduaron de universidades del Ivy League (las ocho instituciones humanísticas de mayor renombre en el país). Es la misma formación universitaria que recibieron la mayoría de los que forman parte de la industria de la diversidad, liderada por empresas del Fortune 500 y cuyo interés por la óptica de las principales designaciones políticas sólo es comparable con su falta de interés respecto al salario de sus conserjes.
Todo lo cual se encuentra a un millón de millas de distancia del anhelo de King sobre los “rasgos de su carácter”. Es posible que dentro de algunas décadas, los estadounidenses recuerden este período como uno de paranoia social aguda que existió antes de que los EEUU finalmente aceptaran un mundo político más tranquilo dentro de su realidad multi-étnica. Pero ese resultado está lejos de ser un hecho. La elección de Barack Obama se considera el momento crucial de la historia racial en EEUU. Y sin embargo a Obama nunca le dejaron olvidar el color de su piel.
De igual forma, la izquierda de EEUU tiene que reconocer que los blancos serán mayoría por mucho tiempo más – particularmente dado que muchos hispanos se denominan a sí mismos como de raza blanca. Ningún rival sale ganador en una querella eterna. Los únicos beneficiados son las élites que guían los eventos lo más lejos posible de la realidad de la mayoría de las personas.
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