Una de las características especiales del gobierno estadounidense es el número de miembros del poder ejecutivo que deben ser confirmados por el legislativo antes de asumir sus cargos. Ninguna otra democracia requiere que los embajadores del gobierno pasen ese tipo de pruebas. Simplemente se montan en un avión y se van a la capital asignada. En sus mejores momentos, los procesos de confirmación del Senado de EEUU provocan grandes retrasos. Pero estamos viviendo momentos de posicionamiento y obstruccionismo extremos.
Nueve meses después de instalarse la “nueva” administración, Joe Biden sólo ha confirmado un embajador, Ken Salazar en México. Dada la congestión de tráfico, es poco probable que haya más que unos pocos en sus puestos antes de fin de año – cuando se habrá cumplido casi una cuarta parte de período presidencial. Para un presidente que hizo campana bajo el lema de que “Estados Unidos ha resurgido”, esta es una forma bastante torpe de demostrarlo. La diplomacia es un negocio que requiere interacción humana. Reconstruir alianzas es bastante difícil en momentos normales, pero es casi imposible cuando tan pocos estadounidenses tienen autorización para tratar con el resto del mundo.
Una gran ausencia es Julianne Smith, una profesional del servicio exterior de EEUU quien fue nominada por Biden para ser embajadora ante la OTAN. Mientras se retrasa su confirmación, la alianza transatlántica amenaza con volverse hosca debido al descontento francés derivado el acuerdo de submarinos nucleares Aukus – un accidente diplomático causado en parte por la falta de personal en los países. Y mientras Smith reside en la eterna antesala de Washington, Mark Brzezinski, nominado para la embajada en Polonia, también tamborilea con sus dedos. Brzezinski, cuyo padre Zbigniew nació en Polonia, habla polaco y ha sido embajador en Suecia. El futuro de Polonia como aliado y como democracia está en entredicho. Uno habría pensado que a Biden se le permitiría tener en funciones a su bateador designado.
Otra brecha inmensa es que EEUU todavía no tiene un embajador en China. Nicholas Burns, un antiguo alto diplomático que es actualmente profesor principal de la Escuela Kennedy de Gobierno en Harvard, fue nominado en agosto. Probablemente no llegue a Pekín mucho antes de finalizar el 2021. Este es un momento en el cual el diálogo entre China y EEUU, si es que existe alguno, ha tocado un fondo no visto desde la masacre de la Plaza Tiananmen en 1989. El presidente chino, Xi Jinping rehúsa viajar fuera del país. No asistirá en la cumbre del G-20 este mes. Probablemente tampoco asista a la cumbre climática COP26 en Glasgow a pesar de los mejores esfuerzos de Boris Johnson.
EEUU necesita desesperadamente un profesional en China para prevenir un deterioro mayor de la relación bilateral más importante del mundo. Burns ha sido embajador de EEUU en la OTAN y en Grecia, y fue vocero del departamento de estado en los noventa. Es un diplomático tan consumado como el que más. Y así es en general. Ninguna de las personas nominadas son donantes o neófitos. Son operadores experimentados del calibre que Estados Unidos realmente necesita.
El principal culpable del retraso es el senador Ted Cruz, R-TX, quien tiene retenidas 59 nominaciones para embajadas (y para muchos otros cargos) supuestamente debido a la luz verde que dio Biden al proyecto Nordstream 2 para transporte de gas natural directamente desde Rusia hasta Alemania. En realidad, Cruz está estableciendo sus credenciales como candidato presidencial Republicano en 2024 al pretender ser un flagelo para el estado enquistado. El senador ultra-Trumpista Josh Hawley, R-MO, también está bloqueando las confirmaciones hasta que Biden despida a todo su equipo senior debido a la debacle del retiro de Afganistán.
Ambos senadores le dan un mal nombre al posicionamiento vacuo. Debido a que se rehúsan a una “aprobación unánime” a estas confirmaciones, Chuck Schumer, el líder Demócrata del Senado, tiene que gastar tiempo legislativo del cual no parece disponer para guiar el proceso de nombramientos. Ninguna Democracia incipiente inventaría un Sistema como este.
Biden no pude ser totalmente absuelto de culpabilidad. Se tomo mucho tiempo hasta nominar a sus candidatos en parte debido a temas de diversidad. El sistema de revisión de datos personales también se ha puesto más engorroso. Aparte de las evaluaciones de la oficina de ética gubernamental, el FBI y el director jurídico de la Casa Blanca, el Senado lleva a cabo una investigación independiente de cada candidato. Es difícil pensar que exista un proceso tan duplicativo y con tanto gasto de tiempo y energía, y el cual es sólo para ver si encuentran algún candidato “Manchuriano” (infiltrado) que en realidad no existe. Pero así es el proceso. Y empeora con cada ciclo.
Rana, por favor siéntete en total libertad como siempre para añadir tus opiniones generales. Pero también déjame hacerte una pregunta un poco más directa: ¿hay circunstancias bajo las cuales crees que valga la pena ser servidor público en el actual clima gubernamental?
Rana Foroohar responde
Ya que me preguntas Ed, la realidad es que si puedo imaginarme trabajar en el sector público y de hecho lo he considerado seriamente en dos ocasiones. Lo que me detuvo la primera vez fue sentir que podía lograr más desde afuera que desde adentro. Pienso que mis opiniones sobre cosas como las hipocresías de los sistemas globales de comercio y finanzas, el poder corporativo sobre nuestros gobernantes y los déficits del neoliberalismo son compartidas ampliamente en círculos progresistas (y, de hecho entre muchos conservadores también). Francamente es más fácil hablar de estas cosas cuando no te preocupa el efecto de tus opiniones sobre la estructura de poder en la cual trabajas.
También me preocupaba que, al entrar en la política como novata, no tendría la red de tutores y defensores in situ que son importantes para lograr el éxito en ese entorno.
La burocracia es otro tema – una de las razones por las cuales decidí no dirigir una revista o diario sino desarrollar en vez una marca personal y compartir mis ideas a través de columnas, libros y televisión es que odio las reuniones. En Washington, todo se hace a través de reuniones – de hecho, se usan como armamento estratégico.
Finalmente, aunque no lo había pensado antes, está el problema de los rastreos de información que mencionas. ¿Le he pagado alguna vez a una canguro o a un contratista en efectivo?, sí. ¿Alguna vez he dicho algo que luego me da remordimiento?, por supuesto. ¿Alguna vez he hecho algo sexualmente incómodo? Pues la verdad es que no lo creo, pero en estos días, ¿quién sabe? Nunca he evadido mis impuestos (aunque si tuve un contador bastante agresivo cuando vivía en el extranjero). Y nunca he utilizado sustancias ilegales o siquiera fumado (patético, lo sé). Aunque me imagino que eso ya no importa.
Supongo que si pudiera aprobar – con suerte – la evaluación de antecedentes. Pero entonces tendría que aceptar el hecho de que en el servicio público, te pagan una fracción de lo que vales para trabajar el doble de lo que trabajas en el sector privado; y a la vez te critican constantemente. Quizás la solución de esto es que EEUU se vuelva un poco más como Singapur y que al menos el escarnio un poco más rentable.
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