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Taiwán se convierte en centro de tensiones en conflicto EEUU-China

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(c) 2021, The Washington Post - Ishaan Tharoor

A ambos lados del Estrecho de Taiwán, los gobiernos celebraron aniversarios históricos este fin de semana con la mirada puesta del uno al otro. En un discurso el sábado para conmemorar los 110 años del derrocamiento de la última dinastía imperial de China, el presidente chino, Xi Jinping, reiteró su deseo de presidir lo que ha llamado la inevitable "unificación" de Taiwán con China. Aquellos que quieren que la isla regrese al control de la China continental, dijo Xi, "están del lado correcto de la historia".

Xi deseaba una reunificación "pacífica" con Taiwán. Pekín todavía considera la isla como parte de su propio territorio soberano, aunque la isla ha mantenido una especie de independencia de facto desde 1949, cuando los nacionalistas derrotados en China huyeron hasta allí desde el continente controlado por los comunistas. En su discurso, el presidente chino emitió una clara advertencia al liderazgo político de Taiwán: "Aquellos que olvidan su herencia, traicionan a su país y buscan dividir a su país no tendrán un buen final", dijo.

Esa amenaza recibió una fuerte respuesta al día siguiente. En las ceremonias del Día Nacional de Taiwán, la presidenta Tsai Ing-wen dijo que su país reforzaría sus defensas "para garantizar que nadie pueda obligar a Taiwán a tomar el camino que China nos ha trazado". Ese camino, dijo, "no ofrece ni una forma de vida libre ni democracia para Taiwán, ni soberanía para nuestros 23 millones de habitantes".

Las fuentes de tensión aumentan. La semana pasada, China envió cerca de 150 aviones de combate a la zona de identificación de defensa aérea de Taiwán. Estas maniobras provocaron declaraciones de advertencia del ministro de Defensa de Taiwán, Chiu Kuo-cheng, de que un posible "error de fuego" podría provocar un conflicto desastroso. Chiu también le dijo a un comité parlamentario que China podría completar preparativos para una invasión a gran escala de la isla para 2025.

Taiwán está consciente del peligro y, al parecer, también lo está Estados Unidos. Un reportaje del Wall Street Journal de la semana pasada señaló la presencia de un pequeño acantonamiento de tropas estadounidenses en Taiwán, sirviendo en calidad de instructores. Estados Unidos puede reconocer técnicamente a Pekín por encima de Taipéi, pero está estrechando sus lazos con la nación insular. Mientras tanto, un número cada vez mayor de legisladores en Washington quiere que Estados Unidos abandone décadas de "ambigüedad estratégica" en cuanto a Taiwán y asuma un compromiso de defensa más sólido.

Al mismo tiempo, el presidente Biden ha tratado de aliviar las crecientes tensiones con Pekín. Dijo a las Naciones Unidas el mes pasado que no quería ver una nueva "Guerra Fría" con China. Asumir una postura más beligerante en defensa de Taiwán y avivar otros problemas de seguridad regional también podrían frustrar los esfuerzos para la cooperación medioambiental antes de una importante cumbre internacional que se llevará a cabo en Glasgow, Escocia, a fines de mes.

"La revelación amenaza con socavar el inicio tentativo de una distensión en la larga disputa diplomática entre Washington y Pekín, así como con desencadenar una espiral de tensión militar a medida que Estados Unidos y sus aliados contrarrestan los esfuerzos de China por obtener una ventaja militar en la región en general”, señalaron mis colegas.

Taiwán sólo es reconocida formalmente por un puñado de naciones y no tiene acceso a ser miembro de pleno derecho en la mayoría de las principales organizaciones internacionales. Pero ha consolidado su democracia en las últimas décadas y se ha mostrado como un actor internacional responsable. Durante la pandemia, rápidamente se convirtió en un modelo de cómo la gobernanza democrática y transparente puede frenar eficazmente la propagación de un virus peligroso. Bajo Tsai, la isla también ofreció refugio a los activistas prodemocráticos de Hong Kong, un acto de solidaridad con quienes se pararon firmes frente al cañón del gobierno de línea dura de Xi.

Taiwán se encuentra ahora "en la primera línea de un nuevo choque de ideologías", argumentó Tsai en un reciente ensayo para Foreign Affairs. "A medida que los países reconocen cada vez más la amenaza que representa el Partido Comunista de China, deben comprender el valor de trabajar con Taiwán", escribió. De esta manera, argumentó, la robusta democracia liberal de Taiwán es a la vez "una afrenta a la narrativa y un impedimento para las ambiciones regionales" de Xi y los cuadros gobernantes en Pekín. "Deberían recordar que si Taiwán llegara a caer, las consecuencias serían catastróficas para la paz regional y para el sistema de alianzas democráticas", continuó. "Sería una señal de que en la contienda global de valores de hoy, el autoritarismo tiene la ventaja sobre la democracia".

Por años, la idea prevaleciente ha sido que una invasión de Taiwán sería demasiado costosa para China. Significaría, según esa lógica, una cifra espeluznante de muertes en el campo de batalla, interrumpiría una economía china entrelazada con las cadenas de suministro globales y ensuciaría la imagen internacional de Pekín. Pero la dinámica está cambiando.

Xi, hasta cierto punto, ha vinculado su legado político con el regreso de Taiwán al redil chino. Un nacionalismo cada vez más profundo alentado por el estado en China, y la hostilidad hacia la opinión occidental, así como las guerras comerciales en curso con Estados Unidos y sus aliados, pueden cambiar aún más el cálculo de Pekín en cuanto a una acción ofensiva. Las capacidades de las fuerzas armadas chinas se están expandiendo inexorablemente y es posible que ya hayan llegado a una etapa en la cual la presencia militar de larga data de Estados Unidos en Asia y el Pacífico sea un elemento disuasivo insuficiente. Los estrategas militares de ambos países asumen que un posible enfrentamiento en torno a Taiwán es sólo cuestión de tiempo.

Asumir la defensa de Taiwán como una línea demarcatoria para Estados Unidos es uno de los temas dominantes en las discusiones de política exterior en Washington. Una nueva encuesta del Consejo de Asuntos Globales de Chicago (Chicago Council on Global Affairs) determinó que, por primera vez en casi cuatro décadas de encuestas, más de la mitad de los estadounidenses encuestados favorecían el uso de tropas estadounidenses en defensa de Taiwán si es invadida por China.

Aún así, ésa es una mayoría pequeña. "La importancia estratégica de Taiwán para Estados Unidos no es ni remotamente tan significativa como para arriesgar una guerra con China", argumentó Emma Ashford en un intercambio escrito con su colega del Atlantic Council, Matthew Kroenig, que fue publicado por Foreign Policy (el cual vale la pena leer en su totalidad). "Hay países en Asia - Japón y Corea del Sur, por ejemplo - que son lo suficientemente importantes como para que Estados Unidos se comprometa a defenderlos. Pero en el caso de Taiwán, el desequilibrio de intereses y capacidades es demasiado grande".

"Durante los últimos 75 años, Estados Unidos y sus aliados han construido y defendido un sistema internacional basado en reglas que ha llevado a una paz, prosperidad y libertad sin precedentes a nivel mundial", respondió Kroenig. "No quiero cambiar eso por un mundo en el que Estados Unidos se mantiene al margen mientras autocracias revisionistas como China devoran a sus vecinos por medio de la fuerza militar o, peor aún, pierde una guerra hegemónica que lleva al fin de este orden y al surgimiento de un sistema dirigido por China".

Por ahora, los analistas se preocupan por el creciente riesgo de errores de cálculo a medida que se intensifica el duelo entre Washington y Pekín. "Los cables de la relación tienen poco aislamiento", dijo Danny Russel, exsubsecretario de Estado, al New York Times, "y no es difícil imaginar que se crucen algunos y provoquen un incendio".

Información del Autor:

Ishaan Tharoor es columnista de la sección de asuntos exteriores del Washington Post, donde es autor de un boletín y de la columna de Today's WorldView. Anteriormente fue editor senior y corresponsal de la revista Time, con sede primero en Hong Kong y luego en Nueva York.

Lea el artículo original aquí.

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