(c) 2021, The Washington Post - Kevin Sieff, Mary Beth Sheridan
Cuando Ken Salazar era senador, creía que Estados Unidos se estaba acercando a solucionar el impase político tan duradero en torno a inmigración. Había ayudado a elaborar una pieza legislativa bipartidista para atender el asunto de seguridad en la frontera y un camino para que los inmigrantes indocumentados obtuvieran estatus legal en Estados Unidos.
Eso fue hace 14 años. La legislación nunca fue aprobada. Ahora, el Demócrata de Colorado, quien llegó a México la semana pasada para asumir su cargo como embajador de EEUU en el país vecino, se encuentra en medio de un momento mucho más polarizado en torno al asunto de la migración – uno con el cual ahora tendrá que lidiar desde el otro lado de la frontera.
“Los retos no se han esfumado”, dijo Salazar, quien también sirvió como secretario del interior en la administración Obama, durante una entrevista con el Washington Post esta semana.
La inmigración es uno de los retos más importantes que confrontan Estados Unidos y México a tiempo que la administración Biden intenta un “reinicio” en las relaciones. El ex-presidente Donald Trump vilificó al país durante su primera campaña electoral, cumplió su compromiso de renegociar el NAFTA y alarmó a los mexicanos al amenazar con imponer fuertes aranceles si el gobierno no reprimía la migración.
Salazar dijo que la administración Biden está tratando de ampliar la agenda más allá del enfoque de Trump exclusivo a la migración – habló sobre una reciente reunión de miembros del Gabinete de ambos países para discutir asuntos económicos, y una próxima sesión sobre cooperación en seguridad.
“Estamos en medio de un reinicio”, comentó.
Aún así, a la vez que los Republicanos atacan a Biden por el aumento en el número de migrantes en la frontera, el asunto sigue siendo el más urgente entre los países vecinos.
Los agentes de inmigración de EEUU han llevado a cabo más de 1,2 millones de detenciones a lo largo de la frontera sur en los últimos 12 meses, la mayor cifra en más de una década. Para los más de 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, aún no hay un camino hacia la legalización.
En un intento por contener el flujo de migrantes, Estados Unidos una vez más ha solicitado la ayuda de México: la administración Biden le ha pedido al país que detenga a los migrantes en su recorrido al norte. También ha enviado cantidades de aviones con centroamericanos hasta el sur de México para que se le haga más difícil regresar hasta la frontera.
México ha comenzado a quejarse frente al número aparentemente interminable de pedidos de EEUU para que aumente sus esfuerzos de cumplimiento.
Salazar, uno de los primeros senadores y miembros de gabinete mexicano-estadounidenses, llega a su nuevo cargo en el momento en el cual la administración Biden intenta proyectar una imagen de sensibilidad humanitaria en relación a la seguridad fronteriza y a la misma vez trata de disuadir la migración. Dependiendo de cómo se le mida, se pudiera decir que no está logrando ninguna de las dos cosas, adoptando medidas de la era Trump que prohíben el beneficio del asilo y al mismo tiempo fracasando en contener el flujo de migrantes.
El comienzo del servicio de Salazar aquí, algunos esperan, pueda ayudar a reenfocar el asunto. Él es el primer embajador de Biden que ha sido confirmado por el Senado.
Salazar una vez encontró un aliado en torno a las reformas a las leyes de inmigración en el presidente George W. Bush. Ahora, está tratando de establecer una relación similar con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Su primer viaje dentro de México esta semana será al estado natal de López Obrador, Tabasco, donde Salazar espera visitar la permeable frontera del país con Guatemala.
Las autoridades aquí han recibido con beneplácito los esfuerzos de Biden por ampliar la agenda bilateral y asumir la discusión de temas prioritarios para México como el flujo masivo de armas desde EEUU hacia México, un factor crítico en la crisis de violencia que vive el país.
“Definitivamente es una nueva era, con un diálogo bastante amplio”, dijo Roberto Velasco, máxima autoridad para Norteamérica en el Ministerio de Relaciones Exteriores de México.
Sin embargo, las autoridades mexicanas se han molestado por lo que consideran una falta de acción por parte de EEUU para lidiar con los factores que en primer lugar llevan a la gente a migrar, particularmente desde Honduras, Guatemala, El Salvador y el sur de México. Desde la administración Obama, Estados Unidos ha dependido de las autoridades policiales mexicanas para detener a los migrantes, a pesar incluso de las denuncias de violaciones a los derechos humanos que han hecho varios grupos en contra de las acciones de represión llevadas a cabo por las fuerzas mexicanas.
Este año, los agentes de migración mexicanos han detenido a 147.000 migrantes irregulares, de acuerdo a la autoridad migratoria del país.
Los funcionarios mexicanos creen que son en gran parte los defectos del sistema de inmigración de EEUU lo que lleva a los migrantes hasta la frontera. Los analistas han corroborado su creciente frustración con el asunto.
“Los gobiernos de EEUU han tendido a depender de México para llevar a cabo sus funciones de seguridad fronteriza y de esa manera no tener que hacerlo ellos”, dijo Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute). “Salazar va a tener que estar abierto a las preocupaciones de México sobre el aumento de esfuerzos en seguridad fronteriza y a la vez abrir un verdadero camino hacia la legalización para los migrantes”.
Las autoridades mexicanas argumentan que la falta de inversión estadounidense en Centroamérica ha estancado el progreso en la lucha contra la corrupción y la violencia, los principales factores que obligan a las personas de la región a tener que migrar. Salazar dice que está de acuerdo con que mejorar las condiciones a través de programas de asistencia para el desarrollo debe ser el centro de la agenda de Estados Unidos.
“¿Por qué la gente sale de Guatemala o de otros lugares y venir hacia el norte?” Es porque no tienen esperanza, no tienen empleo, tienen hambre, viven en miedo”, dijo. “Lo que tenemos que hacer es ayudar a crear esperanza en esos lugares”.
Salazar se reunió con López Obrador el martes. El presidente mexicano le presentó un proyecto de desarrollo para el sur de México y Centroamérica que, a través de un programa masivo de reforestación, ofrecería empleos a quienes de otra manera eligen migrar.
Otros funcionarios de EEUU han dudado de la efectividad de la idea, y algunos grupos conservacionistas han señalado sus preocupaciones en cuanto al impacto medioambiental. Pero Salazar, basándose en su experiencia como ministro del interior, declaró que estaba interesado en la idea si podía mejorar los esfuerzos de conservación y crear empleos.
“Yo creo que hay una oportunidad para colaborar”, dijo él.
En una propuesta preparada por el gobierno de México el mes pasado, los funcionarios sugirieron que EEUU debería incorporar el programa de López Obrador a su paquete de desarrollo regional diseñado para disuadir la migración.
“El gobierno de México suministraría apoyo técnico en el proceso de diseño del proyecto”, dijeron los oficiales mexicanos.
Información de los Autores:
Kevin Sieff ha sido corresponsal del Washington Post para Latinoamérica desde 2018. Previamente se desempeñó como jefe del periódico en sus despachos para África y Afganistán.
Lea el artículo original aquí.