(c) 2021, The Washington Post - Missy Ryan
Cuando el presidente Joe Biden les dijo a los líderes del mundo esta semana que él había terminado la era de guerras insurgentes de EEUU, su afirmación se mostraba en agudo contraste con las prolongadas misiones militares que han dejado a EEUU enganchado en conflictos de baja intensidad en África y el Medio Oriente.
Hablando ante la Asamblea General de Naciones Unidas el martes, Biden se comprometió a lanzar un nuevo período de “diplomacia incesante” después de la guerra en Afganistán, y girar su atención hacia Asia después de dos décadas de campañas de contraterrorismo puestas en marcha tras los ataques del 11 de septiembre. “Estoy aquí hoy sin que Estados Unidos esté en guerra por primera vez en 20 años”, dijo Biden. “Hemos pasado la página”.
Sin embargo, más de 3.000 miembros del servicio militar estadounidense están desplegados en bases a lo largo de Irak y Siria, enfrascados en una prolongada misión contra el Estado Islámico que los expone a peligros como ataques con drones y cohetes.
En Somalia y Yemen, cuerpos más reducidos de tropas de Operaciones Especiales actúan en coordinación con las fuerzas locales como parte de misiones más oscuras contra combatientes ligados a Al-Qaeda, mientras que ataques periódicos con drones en esos países demuestran el poderío que tiene EEUU desde el aire.
En Afganistán, los oficiales están refinando sus planes para llevar a cabo lo que ellos llaman bombardeos de contraterrorismo “tras el horizonte” (“over the horizon”) si una amenaza terrorista emerge en el país que refugió a Al-Qaeda y ahora alberga una filial del Estado Islámico.
La vigencia de estos conflictos se evidenció esta semana cuando una aeronave de EEUU atacó un presunto objetivo de Al-Qaeda en el noroeste de Siria.
Stephen Pomper, antiguo funcionario durante la administración Obama y ahora jefe de políticas en el Grupo de Crisis Internacional (“International Crisis Group”), dice que el deseo de Biden de alejarse de las guerras es entendible debido a que los estadounidenses están cansados de los costos financieros y humanos.
“La realidad es que Estados Unidos no está ni cerca de terminar estas guerras”, dijo. La declaración de Biden que afirma lo contrario es nada más “buena política”, afirmó, “pero me temo que no va a ser buena gobernanza”.
Un alto funcionario de la administración, hablando en condición de anonimato basándose en las reglas establecidas por la administración, dijo que la mención de Biden de “pasar la página” se refiere a la retirada de EEUU y la OTAN de Afganistán.
“Aunque terminar la guerra en Afganistán representa una culminación histórica de 20 años de política estadounidense, el presidente dejó claro que concuerda perfectamente” con la necesidad, como lo explicó Biden en su discurso, de enfrentar las amenazas terroristas de hoy, escribió el funcionario en un correo electrónico.
Aunque Biden hizo referencia a las alianzas de seguridad, las herramientas financieras y los proyectos de desarrollo económico como medios para enfrentar las amenazas extremistas que surgen en el exterior, no hizo mención alguna de las misiones vigentes en lugares como Irak y Siria, donde el número combinado de tropas estadounidenses excede el número de tropas que estaban acantonadas en Afganistán cuando Biden tomó la decisión de retirarse.
“Enfrentaremos las amenazas terroristas que surjan hoy y en el futuro con un conjunto de herramientas que tenemos a nuestra disposición, incluyendo el trabajo en cooperación con aliados locales para así no ser tan dependientes de despliegues militares a gran escala”, dijo Biden en su discurso.
La primera presentación del presidente ante la Asamblea General de la ONU llega en un momento en el cual intenta reenfocar los recursos del gobierno en prioridades domésticas, en medio de una profunda división política y la pandemia del coronavirus. En política exterior, Biden también se ha mostrado dispuesto a someterse al oprobio al dar pasos para asegurar la estrategia de EEUU en su competencia contra China, como lo hizo con un nuevo acuerdo en el que compartió tecnología de alta sensibilidad con Australia, causando el repudio de Francia.
Los retos políticos de Biden se están amontonando mientras enfrenta reveses en el Congreso en relación a su manejo de Afganistán, donde el gobierno de Kabul cayó ante el Talibán una vez que se retiraron las tropas de EEUU y se tuvo que improvisar un esfuerzo estadounidense de evacuación que estuvo marcado por la violencia y el desorden.
El presidente ha defendido en repetidas ocasiones su política en torno a Afganistán, argumentando que la retirada era necesaria aunque fuera una decisión incómoda después de 20 años de guerra. Los oficiales han dicho muchísimo menos sobre las continuas misiones de contraterrorismo en al menos cinco países que se llevan a cabo lejos de la mirada del público.
Exceptuando ocasiones en las cuales tropas de EEUU han resultado heridas o muertas, las campañas de baja intensidad no han estado sujetas a una supervisión legislativa tan amplia como la acordada a las campañas en Irak o Afganistán en sus momentos más álgidos,
Los críticos han cuestionado la noción de que Estados Unidos realmente pueda acabar con las guerras insurgentes mientras continúa bombardeos a distancia, algo que evidencia los desacuerdos en cuanto a cómo definir si Estados Unidos está en guerra o involucrado en hostilidades.
Aunque los oficiales del Pentágono han resaltado que el enfoque de las misiones militares vigentes está en apoyar a los aliados locales, las fuerzas de EEUU se han visto a veces atrapadas en tiroteos mortales como sucedió en Yemen y Níger en 2017.
Andrea Prasow, subdirectora para Washington en la organización de derechos humanos Human Rights Watch, comentó que la respuesta del Congreso al bombardeo mortal que llevó a cabo Estados Unidos en Kabul en el que resultaron muertos 10 civiles, incluyendo varios niños, pudiera indicar un cambio en esa dinámica a medida que los riesgos de la estrategia “tras el horizonte” para contener a las amenazas extremistas en Afganistán y en otros lugares dominan la atención pública.
Estados Unidos ha tenido que lidiar por mucho tiempo con los daños colaterales a civiles resultantes de sus bombardeos. Aunque el Pentágono tomó pasos durante la administración Trump para revisar las reglas en torno a la fijación de objetivos para las operaciones, el bombardeo reciente en Kabul, en el cual los oficiales confundieron a un empleado de una agencia de ayuda estadounidense con un militante del Estado Islámico, evidencia los riesgos de que ocurran errores mortales.
“El bombardeo del 29 de agosto está llevando a muchos legisladores a cuestionar la estrategia a largo plazo”, dijo Prasow.
Aunque colaboradores de la Casa Blanca están evaluando las políticas de contraterrorismo, incluyendo los protocolos para bombardeos con drones, las autoridades militares dicen que no hay indicación de que Biden vaya a anunciar cambios significativos a las operaciones vigentes en el futuro cercano.
Eso incluye el funcionamiento de las instalaciones en la Bahía de Guantánamo, donde permanecen 39 reclusos. Aunque la administración ha anunciado su meta de clausurar la prisión, aún existe una serie de obstáculos, y no está claro cuánto capital político Biden gastará en ello.
Mientras tanto, la prisión continúa siendo un símbolo global de los excesos de Estados Unidos en los tiempos posteriores al 11 de septiembre.
“Es imposible culminar la era de las guerras eternas sin cerrar #Guantánamo”, dijo Wells Dixon, abogado defensor de uno de los prisioneros, a través de Twitter.
Aunado a esto, la administración Biden, al igual que las anteriores, ha utilizado una justificación legal de 2001, conocida como Autorización para el Uso de Fuerza Militar (“Authorization for the Use of Military Force”), como base para sus continuas operaciones insurgentes.
Los funcionarios de la administración aún no han insistido con decisión en la derogación de esta medida de 2001, lo cual hace pensar que también prefieren que se mantenga el estatus quo que les da una relativa libertad para el uso de fuerza militar en el extranjero.
Pomper dijo que la afirmación de Biden sobre el fin de las guerras de EEUU podría ser aún más problemática en cuanto a que reduce las posibilidades de conversaciones públicas sustanciosas que realmente puedan conllevar a la culminación de esas misiones que él y muchos estadounidenses quisieran ver finalizadas.
“La pregunta de si Estados Unidos está en guerra o no merece ser debatida abiertamente”, comentó. Si le damos un simple repaso a lo que está ocurriendo, “en realidad podríamos estar perpetuando las guerras eternas”, enfatizó.
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Karoun Demirjian, del Washington Post, contribuyó con este reportaje.
Información de la Autora:
Missy Ryan escribe sobre diplomacia, seguridad nacional y el Departamento de Estado para el Washington Post. Se unió al Post en 2014 para escribir sobre el Pentágono y asuntos militares. Ha reportado desde Irak, Egipto, Libia, Líbano, Yemen, Afganistán, México, Perú, Argentina y Chile.
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