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George Rosario es un comunicador nato. Apasionado de la radio, el conductor dominicano es una de las voces que suenan en los diales hispanos del área metropolitana desde hace años. Pero esa energía en la voz y en su andar comenzó una mañana de 2008 a volverse pesada, como si su vida se hubiera vuelto una suma de movimientos en cámara lenta.

El diagnóstico fue demoledor: por una condición degenerativa, su corazón estaba funcionando a menos del 15 por ciento de su potencial. Y fue entonces cuando comenzó una verdadera odisea, no sólo médica sino también económica, social, hasta moral.

El periodista comenzó a transitar la pesadilla que miles inician cuando se enferman: el perverso laberinto del sistema sanitario en busca de una medicina, un tratamiento y, en el caso de Rosario… un corazón. Rosario describe esta larga jornada en su nuevo libro “Mi lucha por la vida: Cómo obtuve un trasplante de corazón, el precio de la bendición”.

“Me internaron en el hospital Holy Cross de Silver Spring. En esos días no tenía seguro médico. Y por mi grave condición cardíaca —la clásica condición preexistente— una aseguradora quiso cobrarme una cuota de $850 mensuales”, contó a El Tiempo Latino.

“Cuando los síntomas eran agudos e insoportables, me veía en la obligación de ingresar al hospital vía emergencias, llamando al 911. Como aún carecía de seguro de salud… ingresar al hospital de esa manera era la única forma de recibir los servicios necesarios para sobrevivir”, cuenta el comunicador en uno de los párrafos de su libro, que también contiene un anexo con glosarios e información súper útil para quienes enfrentan una enfermedad cardíaca.

Rosario cuenta que entre los hospitales Holy Cross y Suburban se fue construyendo una ruta hacia el tratamiento final en el Washington Hospital Center, en donde finalmente se realizó el trasplante.

Pero, en ese camino, el corazón de Rosario se estaba muriendo suavemente, en cámara lenta cuando le llegó la carta médica de discapacidad que lo volvió un beneficiario del Medicaid.

Le pusieron un marcapasos, utilizaron un desfibrilador, y él, un hombre de físico imponente, robusto, llegó a pesar 130 libras.

Hasta que tuvo su primer corazón nuevo… pero artificial. Y contra todo pronóstico se adaptó.

Esto fue en marzo de 2010 y Rosario fue un hombre biónico por cerca de seis meses.

Y la espera se materializó en un corazón de carne y hueso: el de Ryan Harold, un hombre de Carolina del Norte que falleció en un accidente de auto.

Rosario llegó a conocer a la familia del donante y a abrazarlos con lágrimas, una mezcla de dolor y de agradecimiento. Fue a través de Donate Life, la única entidad habilitada para propiciar este tipo de contacto.

“La mezcla de emociones y sensaciones es imposible de describir”, relató Rosario. “Es una bendición de vida recibir el órgano de otra persona”.

Antes era un activista de los medios y ahora George Rosario es un activista de la vida. Una voz de Donate Life, promueve que las personas donen sus órganos “porque es una forma de regalar vida” y, claro, sigue frente al micrófono.

Después de más de 1.600 pruebas de sangre, 27 biopsias cardíacas y mucho, mucho dolor, su 2013, confiesa, “es maravilloso”. Parece un lugar común, pero de verdad “es como volver a nacer”.

En estos días ya es un buen amigo de su corazón, no lo rechazó.

Rosario confiesa que ha aprendido a manejar el dolor, y a cuidar a su nuevo corazón con unas 24 medicinas distintas cada día.

Y dice, a modo de manifiesto, “ahora, lo que ven mis ojos no afecta mi corazón. Esto es una segunda oportunidad, y una responsabilidad para siempre”.

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