Para el presidente Barack Obama, la agresiva anexión de Crimea a Rusia pone a prueba los principios de la filosofía de su política exterior: su convicción en el poder de la diplomacia directa, su preferencia por el uso de sanciones económicas como castigo y su inclinación a proceder con cautela a fin de evitar la creación de mayores problemas a largo plazo.
El asunto que enfrenta la Casa Blanca ahora es si las acciones que han hecho poco para detener a Rusia de anexarse a Crimea son lo suficientemente duras para detener una mayor intensificación por parte de Moscú. Y si continúan siendo insuficientes, ¿qué más está dispuesto Obama a hacer para modificar los cálculos de Vladimir Putin?
La gama de opciones adicionales parece ser limitada. La Casa Blanca señala que no se está sopesando una respuesta militar, y hasta el momento los funcionarios se han negado a aceptar las exhortaciones para que suministre equipo bélico al debilitado gobierno de Ucrania. En cambio, es probable que Estados Unidos se centre en brindar asistencia financiera a Ucrania e intensifique las sanciones económicas contra los funcionarios rusos a quienes la Casa Blanca considera responsables de la crisis.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, prometió el miércoles que “se tomarán más acciones”. Indicó que las sanciones financieras podrían ampliarse al sector de armas ruso, a millonarios oligarcas y a otros funcionarios del Kremlin.
Y el vicepresidente Joe Biden, mientras trata de aplacar las preocupaciones en las fronteras de Rusia, dijo en Lituania que Estados Unidos responderá ante cualquier agresión contra un aliado de la OTAN. Declaró: “estamos juntos en esto con ustedes”.
Pero hasta el momento, las sanciones impuestas tanto por Estados Unidos y la Unión Europea han hecho poco para detener al presidente ruso Putin.
“Si uno presiona un resorte demasiado fuerte, en algún momento se soltará de regreso”, destacó el líder ruso en un fiero discurso el martes. “Siempre tienen que recordar esto”.
La crisis de Crimea se ha convertido en un punto crítico de una nueva pugna entre Oriente y Occidente. Rusia envió sus tropas a la península después que el presidente ucraniano Viktor Yanukovich, respaldado por el Kremlin, huyó de la capital Kiev en medio de protestas por su decisión de abandonar los planes para profundizar las relaciones con Europa. El domingo los votantes en Crimea apoyaron mayoritariamente la posición de unirse a Rusia. El miércoles, las fuerzas rusas tomaron las instalaciones militares en toda Crimea.
La Casa Blanca denunció que las maniobras de Moscú constituyen una violación del derecho internacional y no reconoce la anexión de Crimea a Rusia.
Las acciones de Putin han expuesto a Obama a nuevas críticas de los republicanos, que alegan que el presidente en su segundo mandato, ya de por sí debilitado políticamente en su país, ahora se ve endeble en el escenario mundial.
Los senadores republicanos John McCain de Arizona y Lindsey Graham de Carolina del Sur han instado a Obama para que brinde asistencia militar a Ucrania en forma de armas pequeñas y municiones, al igual que asistencia no letal al gobierno de Kiev.
“Occidente debe imponer costos reales a Rusia por su agresión en Ucrania. Pero al no hacerlo, sólo invitamos a una mayor agresión en otros lugares”, destacaron los dos senadores en una declaración.
Las naciones europeas, entre ellas la poderosa Alemania, tienen profundos vínculos económicos con Rusia y temen que Putin pueda tomar represalias financieras si la UE intensifica las sanciones. Estados Unidos también depende de Moscú para mantener abiertas las rutas que el Pentágono usa para retirarse de Afganistán, y se apoya en la cooperación de Putin en un acuerdo para despojar a Siria de sus arsenales de armas químicas.
Y quizá aún más apremiante para Obama es el pacto con Rusia sobre las tensas negociaciones internacionales con Irán, con el objeto de poner fin al programa nuclear de la república islámica.
Un alto diplomático ruso dijo el miércoles a la agencia de noticias Interfax que Moscú modificará su posición en las conversaciones nucleares en respuesta a las acciones tomadas por Estados Unidos y Europa.