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Menores de edad son el rostro y la voz de una crisis humanitaria

En su travesía por tierra rumbo a Estados Unidos realizada el año pasado, el adolescente guatemalteco Mynor Cerros, de 16 años, confesó que su mayor temor era caer en manos de los narcotraficantes que han convertido a la región centroamericana en un corredor para el trasiego de drogas ilegales desde Sudamérica hacia el país del norte.

“Mi mayor temor era que nos secuestraran los narcos”, dijo Cerros a El Tiempo Latino el lunes 7 de julio, durante una manifestación a una cuadra de la Casa Blanca en la que activistas pidieron al presidente Barack Obama medidas de alivio para miles de menores de edad que han cruzado en meses recientes la frontera con México en busca de seguridad y reunificación con sus familiares.

“Me siento como un inmigrante y como un refugiado”, afirmó el joven estudiante de la escuela Baltimore Community High School, quien aspira a seguir la carrera de ingeniería mecánica, en caso de que regularice su situación migratoria.

Por su parte, el guatemalteco Brandon Terríquez, de 14 años, quien en mayo se reencontró con sus padres en Virginia, luego de ser liberado de un centro de detención de Texas, tras cruzar ilegalmente la frontera, dijo que “no es justo que el gobierno de Estados Unidos deporte a los niños migrantes”.

“Los niños se sacrifican por venir a este país, no saben si les va a pasar algo en el camino y quieren tener una vida mejor”, dijo Brandon. El adolescente afirmó que en Guatemala “hay muchos drogadictos y no me gusta vivir con ellos”.

La madre de Brandon, Trinidad Ramírez, quien tiene dos hijos nacidos en Estados Unidos, dijo que durante la travesía de su hijo adolescente tenía que hacerse la fuerte y “pensar solo en lo positivo”.

“Mi hijo se sentía abandonado, sin sus padres, allá en Guatemala”, indicó Ramírez.

“Yo quisiera que sea estudioso, para que más adelante se pueda superar”, enfatizó. Ante la posibilidad de que su hijo sea deportado, Ramírez dijo que esa medida le causaría “un dolor” en su corazón. “Quiero decirle al presidente que no es justo que deporte a los niños porque está separando a las familias”, recalcó.

Una historia similar compartió el salvadoreño Edwin Cruz, de 20 años, quien cruzó la frontera con México hace tres años para reunirse con su madre.

“La pobreza es algo que lleva a la violencia porque en nuestros países no hay trabajo” afirmó Cruz. El joven centroamericano se mostró agradecido por haber logrado un estatus legal y actualmente presta servicios voluntarios a niños que llegaron como refugiados para “que cumplan sus sueños”. “Quiero agradecer y dar de regreso a este país todo lo que he recibido”, puntualizó.

En la manifestación frente a la Casa Blanca también participó la guatemalteca Erika Cordón, quien recientemente cruzó la frontera con su hijo de 5 años.

“Mi esposo se quedó en mi país con mis otros dos hijos. Estamos buscando una mejor situación y darles una mejor vida, mejores estudios a mis hijos”, afirmó.

La joven guatemalteca Cindy Monge, de 19 años, también vivió en carne propia el largo y peligroso recorrido para buscar mejores oportunidades en Estados Unidos, así como también la experiencia dolorosa de ser arrestada a tan corta edad.

“Yo estuve en un centro de detención. Sé cómo se siente. Da mucho miedo”, contó Monge. La joven llegó hace ocho años y actualmente es beneficiaria del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), lo que le permitirá ir a la universidad en septiembre.

En lo que va de año fiscal, que comenzó en octubre, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) calcula que unos 50.000 menores y cerca de 40.000 familias han cruzado la frontera de forma ilegal, la mayoría procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador.

En declaraciones el domingo 6 de julio a la cadena NBC, el secretario del DHS, Jeh Johnson, dijo que el Gobierno está tomando “numerosas acciones”, incluyendo la devolución “más rápida” de los indocumentados a sus países de origen.

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