Hace tres meses la concejal del condado de Montgomery, Nancy Navarro, comenzó a preocuparse por la llegada de niños migrantes a su jurisdicción.
“Solicité una audiencia oficial para que los responsables del sistema escolar, el Departamento de Salud y el departamento de alcance comunitario reportaran la situación ante los concejales”, dijo Navarro e indicó que es urgente establecer “un plan de acción y colaboración”.
Se sabe que en el estado de Maryland hay unos 2.200 niños que ya han sido procesados oficialmente y que en las escuelas públicas se ha visto un número relativamente bajo de 107 menores. Pero Navarro advierte sobre lo que se viene.
“Esas cifras representan los niños que han sido procesados por la oficina de refugiados, pero organizaciones como Catholic Charities reportan un número mayor ya que hay diferentes puntos de entrada”, explicó la concejal para quien —dado el alto número de inmigrantes centroamericanos en el área— resulta “lógico que vamos a tener muchos niños porque vienen en busca de apoyo familiar”.
“Tenemos la responsabilidad de ofrecer protección, servicios e integración de una manera humana porque se trata de una crisis humanitaria”, expresó. Navarro dijo que con el comienzo de las clases se tendrá una idea más clara de la presencia de estos menores y que entonces, en septiembre, el Concejo celebrará otra audiencia. En entrevista con El Tiempo Latino, Navarro habló, además, sobre su visión para la comunidad latina.
“Este país es sencillo: los grupos que se organizan, que trabajan en campañas y salen a votar son los que provocan el cambio y las oportunidades”, indica Navarro al tiempo que hace un llamado a la acción de la población latina en el condado y en el país.
“Tenemos números pero no le tomamos ventaja a esa fuerza”, puntualiza. “Tenemos que adueñarnos de nuestro poder e influencia. No hay que pedir permiso, hay que educarse, lanzarse y reclamar lo que es nuestro porque estamos contribuyendo mucho día a día, pero no estamos presentes cuando se toman las decisiones”.
Navarro, una venezolana que un día vino a estudiar a Estados Unidos y se quedó, está casada con un haitiano-estadounidense y tiene dos hijas, Anais de 22 años e Isabel, de 17.
“Son jovencitas felices, estables, que se sienten muy orgullosas de hablar su español muy bien y les fascina viajar e integrar todas sus identidades”, expresó.