La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) se mostró “horrorizada” por la decapitación del reportero estadounidense James Foley por el Estado Islámico (EI) en Siria, al tiempo que acusó a esta organización de “llevar al extremo su industria sanguinaria de los rehenes”. La organización señaló que se trata del primer periodista extranjero asesinado por el EI, que ha matado ya a periodistas sirios.
El secretario general de RSF, Christophe Deloire, indicó que Foley “no trabajaba para el Gobierno estadounidense”, sino que se trataba “de un reportero experimentado movido solamente por el interés de la información y no de su nacionalidad”
Un vídeo difundido el miércoles 19 de agosto a través de los foros yihadistas muestra la decapitación de Foley, secuestrado en Siria en noviembre de 2012.
En el vídeo Foley se despide de su familia y acusa al Gobierno de Estados Unidos de ser el culpable de su ejecución por su reciente intervención en Irak, antes de ser degollado ante la cámara por un encapuchado que habla en inglés. “Desearía tener más tiempo, desearía ver a mi familia de nuevo, pero ese barco ya ha zarpado. A fin de cuentas, supongo que desearía no ser estadounidense”, dice Foley en una localización desértica no especificada. Finalmente, el hombre encapuchado, en un inglés con acento británico, amenaza a Estados Unidos y asegura que “los musulmanes de todo tipo y condición han aceptado al Estado Islámico como sus líderes”.
“Cualquier intento tuyo, Obama, de negar a los musulmanes su derecho a vivir en seguridad bajo el califato resultará en el derramamiento de sangre de tu pueblo”, dice el yihadista, que aparece blandiendo un cuchillo. Tras ello, el encapuchado degüella a Foley y finalmente aparece su cabeza decapitada encima de su cuerpo inerte.
El vídeo termina con el encapuchado amenazando de muerte a otro periodista estadounidense secuestrado, Steven Joel Sotloff, cuya vida “depende de la próxima decisión de Obama”.
La organización de derechos humanos Amnistía Internacional (AI) denunció que la ejecución es un “crimen de guerra” que subraya el riesgo “espeluznante” que corren los reporteros.