Una llamada de súplica en 2009 cambió la vida de la nicaragüense Nora Sándigo, residente en Miami, Florida. Una amiga peruana que estaba detenida por inmigración le pidió que se hiciera cargo de sus dos niñas nacidas en este país, quienes de no vivir con un familiar o responsable legal serían colocadas en hogares sustitutos.

Su esposo Raymundo Otero es el mejor socio de Nora Sándigo, la activista de American Fraternity en favor de los niños migrantes.
“No había alternativa. Teníamos que hacer algo para que el Gobierno no se llevara a estas niñas”, contó Sándigo a El Tiempo Latino el lunes 8, durante una visita a Washington DC. Sin pensarlo más, la mujer asumió la responsabilidad de las menores y desde entonces no ha parado.
Hoy es la tutora legal de 817 niños estadounidenses que son hijos de indocumentados que temen la deportación o ya han sido regresados a sus países.
“Frente al temor de ser detenidos, la gente comenzó a contactarme para que me hiciera cargo de sus niños”, agregó. “El mayor miedo de estos papás es que de no haber un familiar o alguien de confianza, sus hijos queden bajo la custodia del estado para que sean puestos en ‘foster care’ [hogares sustitutos]”, explicó Sándigo.
¿Cómo lo hace?
La nicaragüense que salió de su país cuando era adolescente y llegó a Estados Unidos en 1984 pidiendo asilo político, asegura que tiene una familia bendecida y que la apoya. Es madre biológica de dos niñas de 15 y 17 años y tiene un esposo que es su socio número uno, Raymundo Otero, con quien lleva siete años de casada.
Sólo dos de los 817 niños viven con Sándigo. “Son dos niños que recibimos hace cinco años tras que ambos padres fueron deportados a Nicaragua”, expresó.
Los demás menores viven aún con sus padres o radican con familiares. “Pero nosotros nos ocupamos de que no les falte nada, desde comida hasta atención médica”, explicó.
Un día cualquiera en la vida de esta mujer es levantarse temprano, atender llamadas casi siempre pidiendo ayuda, distribuir comida para unos 150 niños, estar pendiente de los chequeos médicos y citas escolares hasta organizar fiestas de cumpleaños. La mayoría de niños viven en Florida, pero algunos en varios estados.
Cada día es un reto que Sándigo asume con calma. “Donde hay niños está Dios”, aseguró.
La activista recauda fondos a través de su organización caritativa pro inmigrante American Fraternity, que fundó en 1988.
Cuenta con una red de voluntarios que proporcionan de su tiempo y dinero para proveer de alimentos a los niños. Sin embargo, una gran parte del costo termina cubriéndolo ella. “Gracias a Dios tenemos negocios para poder subsidiar los costos. Pero no somos millonarios”, sustentó.
El presupuesto al mes para los alimentos equivale a unos $20.000 o $30.000 mensuales, una porción que se cubre con las donaciones, dijo. “La leche de los bebés es la más cara”, agregó. De hecho, la más pequeñita de los niños que están bajo su tutela es Yessenia, de apenas 6 semanas. La bebé vive con su madre Arelina Hernández, inmigrante de Guatemala, quien tiene dos niños más, de 8 y 9 años.“La señora Norita es un ángel, nos ayuda mucho”, dijo.
Para obtener más información sobre el trabajo de Sándigo visitar www.Americanfraternity.org.