JUNTOS. De izq. a der.: Javier Osorto, Alexandra Díaz y Omaira Pacheco (atrás) con los niños Alan, Alondra y Aleina, durante la fiesta de cumpleaños de Aleina y Alan el domingo 16 de septiembre de 2014 en Dumfries, Virginia.
Al abordar el avión que lo trasladaría de regreso a Honduras con una orden de deportación, Javier Osorto se deprimió al pensar en cuándo volvería a reunirse con su familia y si vería a sus niños crecer.
Pero el destino le cambió la vida a Osorto, quien fue bajado sorpresivamente del avión, gracias a que sus familiares pagaron la fianza para que recibiera un beneficio del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), y emprendiera un viaje con destino a casa en Dumfries, Virginia.
Cuando estaba casi en la cabecera de la pista de un aeropuerto en Louisiana y a pocos instantes de levantar vuelo, la aeronave debió regresar al terminal para que Osorto la desalojara, debido a que el ICE había confirmado el pago de la fianza.
Era una nueva oportunidad que la vida le brindaba a Osorto, de 32 años, quien el domingo 16 pudo compartir con su familia al lado de los cumpleañeros Aleina, de 4 años, y Alan, de uno, quienes apagaron las velas del pastel felices con su papá.
Un motivo para dar gracias
“Tenemos un motivo muy especial para dar gracias. Ya no tendremos la tristeza de ver a los niños sin su papá en casa”, dijo la venezolana Omaira Pacheco, la suegra de Osorto.
“Comeremos los tradicionales platillos como el pavo asado con salsa de arándanos, verduras, puré de papas y tarta de batatas dulces. También prepararé asado negro y ensalada de gallina que son platos típicos de la comida venezolana”, agregó Pacheco. “ Y quizás brindemos con vino”, anticipó.
Rodeado por su compañera Alexandra Díaz, la niña Alondra, su suegra Omaira Pacheco y otros familiares y amigos, Osorto recordó, visiblemente emocionado, los duros momentos que vivió desde que la Policía lo detuvo en Virginia en mayo y lo entregó al ICE.
“En ese momento lo único que uno sabe es que va de regreso, que ya no hay vuelta atrás”, dijo Osorto a El Tiempo Latino mientras compartía con los invitados en la pequeña pero emotiva fiesta en el hogar de la familia en Dumfries, VA.
Esta vez sí hubo vuelta atrás para este feliz papá. “Ya en la cabecera de pista el avión fue llamado a regresar al terminal para que yo me bajara porque se había recibido la fianza que pagaron por mí”, agregó este inmigrante, a quien el proceso le era familiar porque había sido deportado a Honduras una primera vez.
Osorto vino a Estados Unidos en 1998 cuando tenía 16 años, desplazado de su natal Choluteca, al sur de Honduras, por los azotes del Huracán Mitch.
Recibió un permiso de trabajo, amparado en el Régimen de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), un beneficio que nunca renovó.
Más de una década después se enamoró de la venezolana Alexandra Díaz y formaron el hogar que, gracias a este beneficio migratorio, puede permanecer unido.
En esos tiempos, Osorto trabajaba largas horas en un taller mecánico en Manassas. En casa lo esperaban Alexandra con su hija mayor Alondra; Aleina, la bebé de meses, y su suegra Omaira.
La felicidad les duró poco. Osorto fue detenido por la Policía en el Norte de Virginia en 2010, entregado al ICE y casi un año más tarde, en noviembre de 2011, deportado a Honduras.
“Fue duro, muy duro”, recordó. “Es difícil describir el sufrimiento por estar lejos de mi hija Aleina, quien apenas cumplía su primer año, y de la familia sabiendo que pasaban penurias económicas”, aseguró.
Pensó en regresar rápido a Estados Unidos, algo que no pudo hacer por la falta del dinero para hacer el viaje. “Cuando uno viene como inmigrante sabe los riesgos que corre en el trayecto. El problema es el dinero para uno regresar”, explicó.
Trabajando sin parar en Honduras, Osorto reunió los $9 mil necesarios para emprender el viaje de regreso al Norte.
Luego de tres intentos frustrados de llegar a Virginia, después de pasar por Reynosa, México, y sortear los peligros del Río Grande, antes de ser devuelto en McAllen, TX, Osorto finalmente llegó a Virginia en julio de 2012.
La familia estaba otra vez reunida y Alexandra, junto a las niñas Alondra y Aleina muy felices. Y vino el hermanito, Alan, quien nació en octubre de 2013.
Pero en mayo de 2014, Osorto fue detenido en Manassas y entregado otra vez al ICE. “Primero me trasladaron para la cárcel de Rappahannock, VA, pero no pude pagar la fianza establecida”, relató.
De Virginia lo trasladaron a Pennsylvania y más tarde a Louisiana, última escala en el país antes de ser enviado a Honduras. “Un oficial del ICE llamó a mi esposa desde Louisiana y le explicó que a mí me podían dejar salir por una ley que me amparaba por el hecho de tener a mis hijos y no tener antecedentes penales”, continuó Osorto.
También le dijeron a su esposa que tenía que pagar una fianza de $4.500, dinero del que no disponían.
La propuesta era la última oportunidad para la familia. Alexandra y su mamá se las arreglaron y lograron reunir lentamente el dinero, quizás un poco tarde, languideciendo así las esperanzas para Javier.
Inmigración no esperó. El día que se hizo el depósito en la cuenta del ICE, era el mismo designado para el traslado de Osorto a Honduras.
Desconsolado y resignado a regresar a su país, Osorto subió a aquel avión temprano en la mañana en compañía de centenares de inmigrantes que corrían la misma suerte que él.
Pero su familia no le había fallado y, al menos esta vez, sí hubo vuelta atrás.
Cuando el oficial del ICE que abordó el avión preguntó por Javier Osorto, él, incrédulo y cansado de tantos traslados, le pidió al oficial que ya lo dejaran tranquilo porque estaba resignado a volver a su país. “El oficial sólo me dijo que tenía que bajarme del avión”, contó. “Me alegré pero también temí porque pensaba que me podían poner más cargos por haber entrado dos veces ilegalmente. Pregunté qué pasaba y no me contestaron nada”.
“Eran como las 8 de la mañana de un día martes y como a la hora de bajarme del avión que iba para Honduras me montaron en otro rumbo a Pennsylvania. Dos días después, el jueves, me trajeron para Fairfax y ahí una persona me explicó que por tener a mis hijos aquí, buen récord criminal y una esposa residente calificaba para un beneficio de inmigración y un permiso de trabajo”, puntualizó.
Las sorpresas siguieron para Javier. Los oficiales lo subieron a una patrulla en Fairfax y se lo llevaron.
Pero esta vez no fue para entregarlo al ICE. Lo llevaron hasta su casa en Dumfries. “Cuando me trajeron a la casa lloré, salté y hasta besé el suelo por saber que me quedaba al lado de mis hijos y mi familia”, sollozó Osorto mostrando su permiso de trabajo.
Aunque Osorto dijo desconocer exactamente el alcance del beneficio que recibió, éste, por sus características, se enmarca en la llamada Acción Diferida.
Bajo los reglamentos en vigor, el individuo que no ha sido encontrado culpable de un delito grave es elegible a recibir autorización de empleo mientras la misma está vigente y pueda demostrar que existe una necesidad económica para el empleo.
“Me siento muy feliz porque ahora estoy más seguro, tengo un mejor trabajo y estoy con mi familia”, concluyó Osorto.