Un día en 1981, Isabel Allende empezó a escribirle una carta a su abuelo que se había muerto. Esa carta se convirtió en el primero de sus 22 libros, traducidos ya a 35 idiomas y con más de 65 millones de copias vendidas.
“Nunca pensé en ser escritora, mi vida es un milagro”, explica esta mujer que empezó su brillante carrera de escritora con 40 años y hoy, al pasar los 70, siente todavía que las historias la buscan.
Nos sentamos a charlar el viernes 13 de noviembre, en la librería Politics & Prose de Washington, DC, y pronto sentí que el año y nueve meses transcurridos desde nuestra primera conversación no eran pasado sino algo fluido, que siempre estuvo ahí, que las palabras nunca se detuvieron. Pero en este año pasaron cosas: se le murió su adorada perra, se separó de su marido después de 27 años de relación y se le murió su agente y baluarte, Carmen Balcells. Y un punto de luz: en noviembre de 2014, recibió la Presidential Medal of Freedom de manos de Barack Obama quien al entregarle el galardón dijo delante de Isabel que la Medalla “celebra a las personas que han hecho de Estados Unidos un país más fuerte, más sabio, más humano y más bello”.
—Isabel, hace un año me dijiste que tú no creas las historias, que las historias te buscan a tí. ¿Te volvió a ocurrir con El Amante Japonés?
—Las historias me buscan… Venía caminando por la calle en Nueva York con una amiga y, hablando de las madres, me contó que su madre que tenía 80 años había tenido un amigo por más de 40 años que era un jardinero japonés. Eso fue todo. Yo me quedé pensando: ¿se puede tener un amor apasionado y romántico por tantos años? ¿Cómo sería esa relación entre esta señora de alta sociedad, judía y un jardinero japonés? Y ahi empezó todo. Por supuesto, todo es ficción. La mujer real no tiene nada que ver con el personaje de mi libro.
—Eres una mujer que se intriga por las cosas y decide escribirlas. En otras ocasiones asumes un reto y lo conviertes en libro como hiciste con El juego de Ripper. Pero ¿Cómo es possible que una mujer como tú que en una ocasión me hablaste del temor que te da volver a empezar un libro consigue estar cíclicamente estimulada?
—Creo que es porque es lo único que hago. No tengo más vida que escribir estas historias que cuento. Vivo en eso. Vivo oyendo o preguntando, leyendo siempre, atenta a la historia. Y eso es lo que hago.
—En El Amante Japonés, Takau Fukuda emigra, describes, “por razones metafísicas” . ¿Qué razones te impulsaron a emigrar a ti. Una persona de tantos sitios?
—He sido extranjera toda mi vida, Alberto. Primero nací en Perú porque mis padres eran diplomáticos allí. Mi padre abandonó a mi madre cuando yo tenía tres años. Mi madre volvió a vivir a Chile y mis primeros años fueron en Chile. Luego mi madre se volvió a casar con un diplomático y volví a vivir por diferentes partes. Siempre era la niña nueva en el colegio. Después vino el golpe militar en Chile. Salí al exilio, viví en Venezuela muchos años. Me enamoré de un americano y vine a vivir como inmigrante a Estados Unidos. He vivido siempre como extranjera.
—Pero eres un extranjera que se compromete con su entorno. Y la prueba está en esa fundación que tienes y en tu compromiso con las mujeres, en especial con las latinas en Estados Unidos. ¿Cómo se siente una escritora como tú en el ambiente demonizador del inmigrante en que algunos políticos nos hacen vivir?
—Tengo muy separado en mi vida lo que es la literatura y lo que es el activismo. Todo el activismo político, social, y feminista lo hago a través de la fundación y en mis libros procuro no pasar mensajes ni dar lecciones, ni mostrar el lado social o político de nada. Son cuestiones completamente separadas para mí.
—Elisa, en Hija de la Fortuna, dice que para dominar a un hombre hay que acostumbrarlo a vivir bien… Entonces ¿suprimir los mimos a un hombre es lo que les hace a ustedes las mujeres invencibles?
—No lo sé. Yo no te puedo dar una receta para eso. Y además no estoy en posición de darte ningún consejo porque me acabo de separar de mi marido después de 27 años de matrimonio y creo que le di todos los mimos y todos los cuidados y lo acostumbré a vivir bien. Y así y todo no resultó, así que la receta no sirve.
—Pero Isabel Alende es mujer de largas trayectorias sentimentales: su primera relación duró 29 años y esta última 27. ¿Tienes ahora un corazón roto o un corazón escéptico?
—No, nunca soy escéptica, ni cínica. Tengo un corazón abierto a lo que venga. Lo he pasado mal este año. Y por supuesto ha habido mucha tristeza y mucho dolor en la separación de un hombre al que quise tanto. Pero no me siento para nada apabullada, ni me siento fuera de circulación. Creo que el próximo año tendré un amante japonés y si no, de otra nacionalidad, no importa.
—Hablemos de amantes, entonces. ¿Es cierto que la belleza de una mujer está encerrada en los ojos de su amante? Creo que lo leí en un libro tuyo. ¿O es demasiado lírico?
—Es demasiado lírico y no creo haberlo escrito. Pero es cierto que la persona que te quiere te ve con otros ojos. Y a mi también me pasa. Si me enamoro me va a parecer un príncipe.
—Volvamos a las pérdidas. Acabamos de perder a la gran Carmen Balcells…
—Ella fue la madrina de todo lo que he escrito. Le debo todos mis libros. Le debo mi carrera. Le debo todo a Carmen Balcells.
—Una vez me dijiste que hablas con los otros que existen de formas diferentes, desde tu hija Paula a otros que, al parecer, no están… ¿Has hablado ya con Carmen?
—Todavía no. Acaba de morir Carmen, y ha sido un shock brutal porque murió de repente. Había tenido un almuerzo opíparo, como todos sus almuerzos, con su hijo, y en la noche se murió. La echo mucho de menos. Y creo que la próxima vez que tenga que firmar un contrato voy a tener que invocarla en la mesa de tres patas para que venga a ayudarme.
—Carmen fue quien te pidió que escribieras sobre ti misma, ¿no?
—Sí. En varios momentos. Cuando escribí Paula, al principio, a ella le dio un poco de miedo porque dijo que era un libro demasiado personal y demasiado doloroso. Sin embargo, después, lo apoyó absolutamente. Y después me pidió que escribiera una segunda memoria porque dijo que ya había pasado suficiente tiempo, y escribí La Suma de los Días. Y ahora, antes de morir, me había pedido que escribiera una tercera memoria. Pero en las memorias siempre aparece otra gente, no solo la vida mía. Y mi familia no quiere, me pidieron que por favor no me meta con ellos para nada.
—“Requiere dedicacion fanática”, eso lo dijiste una vez sobre el acto de la escritura. También decías que se te pone un nudo en el pecho cuando escribes. Suena todo muy dramático, sobre todo porque Isabel Allende es una muejer tremendamente versatil, arrebatada a la hora de zambullirte en las histroias, tremendamente técnica y fría al mismo tiempo, y sin embargo cuando dices estas cosas pareces un melodrama…
—Es que yo soy un poco melodramática para expresarme pero en realidad la escritura para mi require mucha disciplina y mucho trabajo pero no es dolorosa. Cuando te digo que tengo un nudo en el pecho es de anticpación, de ansiedad para poder imprimirlo en el papel para verlo. Y la sensación de que si no me apuro, estos personajes que están en el aire se van a diluir, tengo que atraerlos de alguna manera, tengo que hacerlos reales.
—En Mi País Inventado dices que el 40% de los chilenos padece depresión, sobre todo –escribes- “las mujeres que tienen que aguantar a esos hombres”…
—La verdad es que en Chile la gente anda deprimida, a pesar de estudios recientes que dicen que la gente se manifiesta contenta. Pero viven a crédito, para empezar. Y viven comparándose con otros que tienen más. Entonces es muy ansiosa la vida. Y las mujeres trabajan el doble que los hombres. Y siempre por menos sueldo y por trabajos menos gratificantes que los que tienen los hombres, entonces es muy difícil.
—Pero tú eres una mujer de éxito. ¿Ser mujer te ha servido de algo?
—Me ha servido en el amor por supuesto. Me ha servido para ser madre. Pero en materia de trabajo y sobre todo en la escritura, una mujer tiene que hacer el doble de esfuerzo que cualquier hombre para obtener la mitad del reconocimiento y respeto a lo largo de los años… Mira cuántos años llevo escribiendo y lo que me ha costado ser respetada. Lo que más molesta es que venda libros. A los lectores no, pero a los críticos sí. Porque si vendes mucho, tiene que ser malo.
—Eres una escritora hispanounidense cuyos libros salen a la luz simultaneamente en español e inglés en Estados Unidos ¿Cuál es tu relación con tus lectores en inglés?
—Mis lectores estadounidenses leen una traducción que yo he revisado línea a línea, creo que es muy cercana al libro en español y a veces es mejor que el libro en español. En la mayoría de mis presentaciones en Estados Unidos me siento muy cómoda comunicando con mis lectores en inglés.
—Existe una empatía…
—Y además no sé si me ven como hispana, creo que me ven como puente. Al igual que mis lectores en español en Estados Unidos me ven como puente.
—Eres versátil, impulsiva y técnica, pero te veo también un poco como una especie de exploradora de los sentimientos, o sea como un Julio Verne que anticipa cosas que luego pasan… ¿Eres un poco bruja, un poco maga?
—Hay mucha gente que piensa que tengo esa capacdad de predecir lo que va a pasar. Es cierto que siento venir ciertas cosas y ciertas personas. Eso me pasa mucho.