CLIENTE. Los adultos también disfrutan los helados de Don Abundio Márquez.
Con un particular estilo de sombrero, camisa manga larga, pantalón formal y sus tenis negros bien ajustados, el mexicano Abundio Márquez Castro, vende sus paletas de sabores frente a una cancha de fútbol techada en Springfield, Virginia.
A pocos días de cumplir cincuenta años, Don Abundio, como lo conocen, vende sonriente su producto. La tarde de la entrevista y en tan solo unos minutos, varios niños y adultos se acercaron a su carreta.
Márquez aseguró a El Tiempo Latino que “cualquiera se rinde ante el sabor de los deliciosos helados” que vende. También sostiene que la mayoría de su clientela es estadounidense.
Pese a no saber hablar ni escribir inglés, él trata de comercializar el producto con los compradores, “aunque sea a señas entendemos, adivinando a ver qué le dicen a uno. Cuando me piden el de vainilla, ellos dicen ‘vanela’ y así ya sé cuál es el que quieren”.
Su carreta de helados puede llegar a domicilio a cualquier fiesta que la gente desee, el producto lo vende a consignación y los sabores son variados. Empujando su carreta heladera, Abundio camina alrededor de cuatro horas diarias por Springfield, en busca de ganarse la vida.
Aunque en ocasiones no todo es color de rosa.
“A veces los que andan vendiendo en camiones, los carritos esos, nos echan a la policía, pero la dueña de la heladería nos respalda, pues ella cuenta con el permiso para que nosotros podamos trabajar, o paga las multas si en caso las ponen”, lamentó.
Abundio es originario de Tulancingo, estado de Hidalgo, México, en donde el clima es templado, recordó. En seis ocasiones ha ingresado al país recorriendo el desierto, trabaja por alrededor de dos años y se regresa de nuevo a México en busca de los suyos, “recuérdese que la familia no la podemos dejar olvidada”.
Asegura que esta será la última vez que esté en suelo americano, pues a su edad considera ya no aguantar otra travesía más, pues la última no fue tan grata. En enero de 2016, emigró y recuerda que estuvo por tres días y tres noches sin comer ni beber agua, pues migración los corrió y tuvieron que dejar tirado lo poco que traían, “ya no pienso regresar, es que venirse caminando otra vez va a ser más difícil. No más calcule que sin comer, traíamos comida enlatada, tortillas, sodas y dulces, pero como nos corrió migración tuvimos que aventar las mochilas y correr”.
Las dos mudadas que había empacado le sirvieron como abrigo, pues el frío de esos días era insoportable. El 25 de enero llegó a Texas en donde un sobrino lo esperaba, allí permaneció por cuatro meses trabajando en colocar concreto en las banquetas, luego viajó y se instaló en Manassas, Virginia, en donde reside actualmente junto a otros siete familiares, quienes se dedican a lo mismo.
Por las mañanas todos ayudan en los que haceres de la casa, mientras unos cocinan, otros lavan ropa y los demás limpian el apartamento; a las diez de la mañana todos se encuentran listos para iniciar su día de trabajo. Abundio no sabía cocinar, pero la necesidad lo hizo aprender, ahora dice que su especialidad es la panza de res. “Extraño la comida y las tortillas de México, allí todo es fresco y acá no. En mi país cuando uno llega a casa ya tienen comida hecha, y aquí no, tenemos que llegar a hacerla”. Su objetivo es trabajar dos años más en el país y seguir ahorrando para regresar a su México querido y así poder proveer su vejez y la de su actual esposa, la mexicana Rosa Aguilar, quien lo espera impaciente en aquel país.
De su primer matrimonio, tiene dos hijos y cuatro nietos. “Vine a este país como todos, a progresar; mi meta es llegar hacer algo para cuando llegue a una cierta edad ya tiene uno con que sobrevivir. En México se debe mucho dinero, allá no la libra uno como acá. El dinero de aquí se hace un poco más si lo mando a mi país¨, concluyó Abundio.