Cuando la tristeza se coló en dormitorio de Jason sin pedir permiso, la madre de este adolescente de 16 años, Leana Bermúdez, la confundió con “cosas de holgazán”. Cuando ese estado de desasosiego evolucionó a raptos de furia buscó ayuda para su pequeño.

El diagnóstico estaba alejado del cartel de “mal estudiante” o “vago”. Jason sufría depresión, un estado mental donde la tristeza, el cansancio y la certeza de que la vida no vale nada terminó doblegándolo, desde hace más de un año.

Que se levante para ir al colegio era demasiado pedirle. Sus pobres calificaciones y su mutismo eran un grito desesperado de auxilio. “Vivía muy triste, no sabía cómo sonreír, yo no pedí nacer me repetía (…) Creo que asimilé los dramas familiares”, dice Jason mientras esconde su mirada y sus manos parecen buscar más explicaciones entre sus dedos.

“Su madre ha sido determinante. Ella está dispuesta a llegar a donde sea por él”, dice Lucy López, especializada en buscar ayuda profesional para los niños y jóvenes con depresión, en la Federación de Familias para la Salud Mental de la Niñez del Condado de Montgomery.

El caso de Jason es excepcional gracias a la tenacidad de su madre, una mujer de armas tomar, quien un día sufrió violencia doméstica y también debió salvar a su otra hija de un intento de suicidio. La realidad es que los latinos víctimas de depresión, además de esa bufanda de tristeza que los atenaza sin piedad, arrastran lastres invisibles: el estigma de que la depresión solo es una debilidad de carácter, la falta de tiempo de sus progenitores, la negación de que las enfermedades mentales necesitan tratamiento, las barreras del idioma y la escasez de centros de asistencia, especialmente para indocumentados.

La creencia es que donde no hay dolor no hay enfermedad y es cierto que no duele la cabeza, los huesos o el estómago, pero duele la vida. Esta agonía, al parecer, va en aumento desde el año pasado, según un estudio del Instituto de Escuela de Salud Pública, Milken, de la Universidad George Washington. Los expertos creen que el detonante de la angustia extrema entre los padres de familia latinos y sus hijos son las últimas políticas migratorias. “La posibilidad de sufrir depresión -según este informe- se ha disparado en un 300 por ciento”.

Jason es uno de los seis millones de menores de 18 años afectados por las políticas migratorias. Aunque el comienzo de su depresión no fue por culpa de draconianas medidas de la administración Trump, su tristeza tiene origen en la ausencia de su padre, quien fue deportado por maltratar a su madre cuando él tenía tres años. “Cuando tenía unos ocho años vi a mi mamá derrumbarse, la llevaron a un centro de crisis, yo temblaba de miedo de perderla”, recuerda el joven.

Para los indocumentados son tiempos de un extenuante juego del gato y el ratón. Padres que evitan llevar a sus hijos a las escuelas y nunca olvidan aleccionar a sus críos huir de la autoridad. Un 40 por ciento de ellos asegura que no buscan ayuda médica por miedo a ser reportados a Inmigración.

Este nuevo patrón de comportamiento lo confirma Madge “Pat” Mosby, supervisora de la Federación. “Motivarlos está siendo una batalla cuesta arriba, porque el discurso y las medidas de la Casa Blanca hacen que los inmigrantes no se sientan valorados como seres humanos y eso es traumático. Hay un sentir de que los latinos, los negros y otra gente de color no tienen las mismas oportunidades. Yo misma me siento asustada de que cualquier momento me pare la policía o que lo mismo les ocurra a mis hijos. Hay que agregar dos problemas más: la dificultad de encontrar centros de ayuda y una lista de espera muy larga”.

López incluso asegura que el temor y ese sentimiento de inferioridad se ha extendido a los latinos nacidos aquí. Para Karina Oviedo, también especializada en enlazar a los pacientes con los centros de terapia, “cuando uno sufre en la familia, sufren todos y lo que les quita el sueño es el miedo a ser deportados”. Ella, López y otras tres personas manejan unos 35 casos cada una.

La edad promedio para diagnosticar depresión ronda los 11 años, pero a la Federación les refieren niños que han tenido varios intentos de suicidio, consumen drogas o están involucrados en pandillas. A esos casos se enfrenta Oviedo desde hace 16 años, “es un shock cultural porque son niños que vienen de otro mundo, les cuesta adaptarse al idioma, al clima, a una familia que para ellos es desconocida y sufren bullying. A ese peso emocional se suma el racismo”.

La depresión de Jason alteró la rutina familiar. Su madre saca tiempo de su trabajo en el comedor de Montgomery College en Germantown, de sus tareas de limpieza de casas y de mesera en fiestas de fin de semana para llevarlo a terapias. Además está pendiente de que estudie y de que no se desvíe por senderos con abismos como el consumo de drogas.

Jason tiene dos hombros donde arrimarse: su familia y su amigo, otro chico que tuvo un intento de suicidio pero que hoy usa sus habilidades de dibujante para salir adelante. Con terapia su depresión ya no es un flagelo a tiempo completo. Por ahora, ha sido expulsada de su dormitorio y él vuelve barajar sus cartas del futuro: veterinario porque adora a los animales; farmacéutico porque se hace buen dinero; o chef porque, “me gusta cocinar y expresarme a través de los olores…”.


Dónde Buscar Ayuda

Bridges for the Future: Ayudar a estos niños y jóvenes requiere de muchas voluntades. Esta organización trabaja estrechamente con López y Oviedo en beneficio de los adolescentes. Jese Montano, especializado en ciencia neuroconductual, concentra sus esfuerzos en obtener el bachillerato (GED en inglés) para jóvenes que han abandonado el colegio, llenar los formularios de impuestos, del TPS y buscar empleo. Es un recorrido lleno de obstáculos, pero Montano es de los que cree que “donde hay voluntad hay salida”. Llamar al 301-879-5200. Se habla español.

Every Mind Your Mental Wellness: Aquí se extiende la mano a las familias deprimidas porque han perdido su trabajo o sufren enfermedad. Además trabaja en la pronta intervención de niños en riesgo, ofreciendo una atención oportuna para superar los obstáculos de aprendizaje. La organización tiene 11 centros de soporte escolar en el condado de Montgomery. Llamar al 301-424-0656. Se habla español.

Linkages to Learning (Eastern Middle School): Familias y niños con dificultades de adaptación en la escuela, la casa y la comunidad es su objetivo de este centro. Focaliza sus esfuerzos en detectar a tiempo problemas de salud mental infantil y de aprendizaje para referirlos a los especialistas. Llamar al 301-565-7616. Se habla español.

Family Services Inc.: Más del 50 por ciento de la atención es para niños latinos recién llegados o que han nacido aquí. Son expertos en identificar los estados de ansiedad y desordenes alimenticios y de sueño. También trabaja con pequeños que tienen problemas de desnutrición o han sido víctimas de negligencia. Llamar al 301-840-2000. Se habla español.

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