Un balón está subyugando al mundo y, hasta que no se invente otro deporte de masas, no hay nada mejor para reemplazar a su majestad: el fútbol. Hasta el 15 de julio desde México, pasando por Rusia -donde se está celebrando el Mundial-, hasta Argentina se paraliza la respiración, se ríe, se llora y desde alguna esquina revienta como un trueno frenético el grito de “¡goooooool!”.
Casi no hay país en el mundo que no se rinda a sus pies, porque como el escritor uruguayo Eduardo Galeano decía: “el fútbol es la única religión que no tiene ateos”. Estados Unidos era uno de esos que miraba con desdén el ir y venir del balón y a estrellas como Pelé, Maradona o Beckenbauer, pero eso es tiempo pretérito.
El proceso de “adoctrinamiento” ha sido lento, pero constante. Para ver los resultados no hay que ir tan lejos, en Georgetown, Chinatown o Columbia Heights, en Washington, DC, las banderas de las selecciones mundialistas ondean al viento desde las ventanas de los bares. Es la señal para los hinchas de que adentro hay pantallas de televisión trasmitiendo los partidos, que hay cerveza, cocteles, alitas de pollo o papas fritas.
Hasta esos bares llegaron los enamorados del balón esperando milagros de pantorrillas de Cristiano Ronaldo (Portugal) y Diego Costa (España), durante la fase de grupos.
Ante la ausencia de Estados Unidos en este Mundial, muchos hinchas van por alguno de los equipos europeos o por México, Argentina y Brasil. “Así al menos el campeonato se queda en este lado”, dijo John Helwig, quien acompañado de un vaso de cerveza buscó su puesto en el bar El Airedale, en Columbia Heights. Este bar, en Google, aparece entre los siete mejores para ver el Mundial en DC.
Para su dueño, Ben Jordan, el Mundial es como una “navidad” para los negocios (bares, bebidas, camisetas, publicidad… la lista es interminable) y para la hinchada, que cada cuatro años entra en estado de paroxismo emocional. “Todos queremos un pedacito del pastel de lo que genera el fútbol. En mi caso he contratado más personal, todos trabajamos horas extras, abrimos tres horas antes y nos aprovisionamos de bebidas y alimentos. Aquí, el Mundial es más popular que las Olimpiadas”, dijo Jordan. Las cifras empiezan a hablar por sí solas: en el 2011, la Soccer United Marketing, el brazo comercial de la Federación Americana de Fútbol, se cotizaba en 600 millones de dólares, para el 2017 ya superaba los $2.000 millones.
En The Airedale, el primer viernes de este Mundial, a las 11 de la mañana, cinco clientes apenas prestaban atención al partido entre Marruecos e Irán. Tres horas más tarde el ambiente era otro: unas 180 personas, se repartían en los dos pisos del bar y entre sorbos de cerveza se entregaron al fervor de los goles. Jordan, un fanático del Chelsea de Inglaterra, solo lamenta que Estados Unidos esté fuera, de estarlo habría sido la “rendición” total.

Promesa. John Helwig se dejó acompañar de un vaso de cerveza y gozó con cada gol de España y prometió apoyar a México, Brasil y Argentina.
Señal. Las banderas de las selecciones mundialistas representan una forma de decirles a los hinchas que allí se están trasmitiendo los partidos.

Mujeres. ¿Quién dijo que el fútbol era solo para hombres? En Lou’s City Bar, las mujeres también gritaron gol a todo pulmón.
Fanáticos. El Roubaix es conocido como el bar de los ciclistas y cuando se juega la Eurocopa y ahora el Mundial se llena de entusiastas del balompié.
Emociones. En el bar Airedale, la fanaticada gozó y sufrió cuando se enfrentaron España y Portugal.

Estadio. El nuevo estadio de DC, en el barrio Buzzard, se abrirá el 14 de julio, un día antes de que termine el Mundial.
Abriéndose espacio
El fútbol, a fuerza de “jogo bonito”, está abriéndose un espacio entre el béisbol, fútbol americano y el básquetbol. Para un deporte que apenas necesita de un balón le quedan pocas fronteras por conquistar. El “sometimiento” viene desde abajo con incontables clubes infantiles y juveniles. La ciudad incluso tiene a DC United, el equipo local del balompié y su última “capitulación” es un nuevo estadio, exclusivamente para su alteza, el fútbol, con una capacidad para 20.000 personas.
A juzgar por la hinchada en el Lou’s City Bar, en Irving Street y la 14, el nuevo estadio está más que justificado: unos 200 espectadores se regodearon con los seis goles de Portugal y España. Su administrador, Arturo Zaloga, y los empleados abren tres horas antes los días de partidos. Esta vez no ofrecen cervezas de todos los países que participan en el Mundial, como sí lo hicieron hace cuatro años, pero sí hubo anticuchos cuando jugó Perú y Corona para los partidos de México.
Zaloga, hijo de padre polaco y madre mexicana, también administra el bar del edificio de al lado, Roubaix. “Tenemos asegurada mucha clientela europea y personal de las embajadas”, dijo mientras abrigaba esperanzas que el campeón sea México o Polonia, pero que no se enfrenten los dos… este hincha no ha aprendido a dividir el corazón.
Quien sí tiene el horizonte despejado en cuestión de preferencias es Helwig. Al estar Estados Unidos fuera del campeonato se ha propuesto gozar del buen juego, porque aunque hay quienes dicen lo contrario, “el fútbol está entre los seis deportes más respetados en Estados Unidos y si no es México o Argentina… ¡que gane el mejor!”.
El Fútbol En Cifras
Historia: En 1994 Estados Unidos fue la sede de la Copa Mundial. A partir de entonces, el balompié hizo su arribo oficial a un país que era indiferente a los pases, cabezazos y chilenas.
Muy popular: Unos tres millones de niños, entre 12 y 17 años, juegan en las ligas juveniles de fútbol. En este grupo de edad, el fútbol es más popular que el básquetbol.
Ganancias: 60 equipos profesionales juegan en EE.UU. En el 2107 en publicidad se invirtió 200 millones de dólares. La Liga Nacional de Fútbol obtuvo un excedente de $100 millones.