La campaña 2018 de los Nacionales de Washington culminó antes de lo esperado. Aunque en la división Este de la Liga Nacional era conocido que los Bravos de Atlanta contaban con un gran grupo de piezas jóvenes, pocos se atrevían a pensar que este factor estaría por encima del equilibrio de los capitalinos en una plantilla calibrada por una porción de nóveles y experimentados.
Pero el béisbol tuvo otros planes que hicieron del conjunto Tomahawk el líder de su zona, haciendo recordar el patrón común de hace ya dos décadas, cuando era sencillo pensar que los de Georgia se quedaría con el primer lugar sin mayores obstáculos.
Para los Nats, estar en la fiesta del playoff no era una obligación cualquiera. Para Dave Martinez y los suyos la tarea iba más allá, pues sus responsabilidades reposaban por una primera etapa del calendario lo suficientemente sólida para que el andar a la postemporada les permitiera llegar descansados a la instancia corta y definitiva, y en la que la meta era trascender más allá de la serie divisional.
En esa fase del torneo, los de Washington han visto que el muro hacia la serie de campeonato ha sido muy alto. Con cuatro participaciones en 14 años bajo el nombre de los Nationals, el reto no ha sido completado, un caso prioritario para 2019.
Para lograrlo, los Nats se verán obligados a revisar cuáles fueron los puntos más bajos en su accionar durante el curso del año que aún sigue en pie para poder mejorar en estos aspectos y acabar con una maldición que los persigue muy de cerca.
El batazo oportuno
Los pupilos de Martinez pueden presumir de varias cosas desde el cajón de bateo este año: cuartos en average colectivo en la Liga Nacional, quintos en jonrones y terceros en anotadas, los números muestran un idilio para la ofensiva y un dolor de cabeza para el pitcheo contrario; sin embargo, una deuda enorme pesó sobre ellos.
En el Viejo Circuito, los de Washington dejaron hasta 1180 hombres en circulación para un promedio de 7.2 por partido. La cifra solo fue superada por los Cachorros de Chicago, una asignatura pendiente para un cuadro que también esperaba decir presente en la celebración de octubre, pero que no pasó del juego por los comodines tras caer ante los Rockies de Colorado.
El lineup de los Nacionales es envidiable y se hizo mejor con el pasar de las semanas, algo que se debe atribuir a la llegada y rápida adaptación desde ligas menores del jardinero dominicano Juan Soto, favorito junto al venezolano Ronald Acuña (Bravos) para alzarse con el premio a Novato del Año.
Pero la conexión oportuna para llevar a los compañeros al plato estuvo ausente cuando más se le necesitaba, de ahí parte del fracaso capitalino en el calendario.
Con una ofensiva como esta, poco o nada se puede pedir; no obstante, la posible salida de Bryce Harper en la agencia libre desataría la urgencia en las oficinas del Nationals Park para incluir a un hombre de poder a la alineación, manteniendo la filosofía ya conocida y exitosa pese al descalabro de 2018.
Brazos en deuda
En primera instancia, algo de lo que se valían los Nacionales al momento de discutir sobre su valor en el mercado y sus opciones a futuro en la disciplina, estaba ligado al trabajo de su pitcheo. Solo por tomar una referencia, cuando en una misma rotación estaban el tres veces Cy Young, Max Scherzer, junto a un otrora súper prospecto como Stephen Strasburg, no había manera de desprestigiarlos por este lado del análisis.
Pero los nombres no espantaron los fantasmas del fracaso. Este año, el trabajo de los abridores determinó que la hiperactividad no siempre pasará a ser un sinónimo de productividad. En la ronda regular, dicho grupo fue tercero en innings de labor en la Liga Nacional, hecho que, al menos para ver el vaso medio lleno, demostró el coraje y aguante del staff; no obstante, al momento de producir llegaron las dudas.
Con una efectividad de 4.03, los capitalinos fueron novenos en la Nacional, un rubro que demostró las grietas en un sistema que, al menos en 2018, no fue ese fuerte al que podían acudir cuando los bates estaban siendo silenciados.
El relevo no fue cosa distinta, pues el porcentaje de carreras limpias permitidas por cada nueve entradas de labor fue de 4.05, octavos en la zona.
Además, el castigo de los batazos de largo metraje se hizo. Para su lamento, el cuerpo de pitcheo promedió 1.23 en la estadística de jonrones por cada nueve episodios, número que en la Liga Nacional, donde el lanzador es el rey del juego, el rubro los dejó mal, cerrando segundos solo por detrás de los Rojos de Cincinnati.