La fiesta del fútbol también tiene espacio para reclamos. Luego de que la selección femenina estadounidense de fútbol se proclamara campeona en la Copa del Mundo Francia 2019, un hecho dejó bastante claro cómo se maneja la disciplina desde sus oficinas y cuál es su impacto en una sociedad que apunta a mayores contrales en pro de la igualdad de género.
Aún con los aplausos sobre el cuadro de las barras y las estrellas, la capitana del equipo, Megan Rapinoe, hizo sentir con sus palabras lo que muchas otras profesionales han buscado llevar a otras instancias: las mujeres ganan menos, mucho menos que los hombres.
La comparación odiosa
Dos citas distintas, de diferentes magnitudes y colores, pero con marcadas diferencias que desnudan el desequilibrio.
La Copa América llevada a cabo en Brasil y que vio a la selección anfitriona alzar el trofeo más antiguo del torneo de selecciones en el mundo trajo consigo no solo la consagración de la canarinha, también alimentó aún más a su Confederación con un gordo cheque de $11 millones. Nada mal hasta el momento hasta que se reveló el monto que percibió el cuadro estadounidense por reinar en la cita femenina más importante del balompié.
Ambos campeonatos terminaron el mismo día, 7 de julio, pero los resultados, al menos en materia económica, fueron desproporcionados. Estados Unidos regresó a casa con $4 millones en su cuenta.
Sin restar peso, el sentido común dicta que un evento no corresponde al nivel del otro. Cuestiones geográficas así lo demuestran; no obstante, para la FIFA fue más importante la cita que concentró a las selecciones suramericanas y dos invitadas (Japón y Catar), en lugar del evento galo.
Las distancias
Hay una dura realidad que impacta sobre el fútbol femenino. En comparación con el masculino, este apenas está dando algunos pasos para globalizarse. Es imposible tapar el sol con un dedo y de ahí las distancias entre uno y otro.
Recién los nombres de las protagonistas empiezan a quedar plasmados en la mente de los fanáticos, carrera en la que están kilómetros atrás respecto a los hombres. Esto se traduce, en ocasiones, en estadios con menos seguidores de lo esperado, menor venta de mercancía y ratings bajos en la televisión. Al final del día, el negocio también tiene su espacio.
EL Mundial de Francia no fue la excepción y esto se ata a la prematura tradición. Si bien países como Estados Unidos, Alemania y Holanda cuentan con selecciones de alto nivel y siempre competitivas, asegurando el espectáculo, otras naciones recién empiezan a conocer a sus protagonistas; sin embargo, se debe tener paciencia hasta crear el hábito.
Por ejemplo, Jack Ma, empresario y multimillonario chino, donó a través de su compañía, Alibaba, $145 millones a la federación de su país para el desarrollo de las categorías menores, en especial la femenina.
Los resultados aún deben cocinarse.
El rechazo a Trump
Como es costumbre, todo grupo campeón del deporte estadounidense es invitado a la Casa Blanca, una tradición en la que los elementos y cuerpo técnico comparten con el mandatario de turno. Pero este hábito se está viniendo a menos.
Grandes referentes y atletas se han negado a participar en estos eventos. La razón: Donald Trump.
Pese a que el deporte debería estar lo más lejos posible de la política, en ocasiones se vuelve inevitable no opinar. LeBron James, Colin Kaepernick, Alex Cora. No son pocos los exponentes que han preferido dar un paso al costado y no estar presente en la cita.
Ahora hay que sumar a Rapinoe.
La mediocampista dejó bastante claro que no irá a la Casa Blanca, pues no comparte intereses con el mandatario estadounidense, una lucha que se salió del ámbito deportivo para medirse en una arena social.
La ruptura entre las partes no se manejó con discreción. A la final del Mundial femenino fue una delegación enviada por el jefe de Estado, contrario a lo que normalmente se estila, con el presidente presente en las grada para ser uno más, como ocurrió con Emmanuel Macron, mandatario francés, en la Copa del Mundo Rusia 2018.
Esa falta de interés de Trump con las suyas encontró como respuesta la negativa de la capitana estadounidense, quien sí confirmó su arribo próximamente al Capitolio, a donde también fue invitada por el mérito no solo de haberse coronado campeona, también por hacerse con el galardón a mejor jugadora del Mundial.